¿De verdad necesitamos una hecatombe para reaccionar solidariamente?
El Agua, ese elemento al que nos hemos referido simbólicamente tantas veces en redmilenaria.com ha causado una tremenda y trágica devastación con la irrupción de una DANA, (siglas de una Depresión Aislada en Niveles Altos) en España, el lugar donde vivo y redacto esta crónica.
Con las impactantes imágenes de esta noticia, nos hemos despertado de una especie de letargo, del sopor de la rutina mediática de las redes sociales que, de forma mecánica y con unos pocos clics, secuestran muy a menudo la lógica de un criterio objetivo. Como marionetas impávidas nos dejamos seducir, atrapar, persuadir por los miles de “expertos” dedicados exclusivamente a convencernos de lo que necesitamos, de lo que nos conviene. Los “youtubers”, los productores y creadores de contenidos audiovisuales contratados por importantes corporaciones se multiplican por doquier.
Pero ahora nadie ha fabricado el escenario, la situación la contemplamos en tiempo real y nos transporta directamente a la atmósfera de la catástrofe. Las sensaciones, las emociones penetran con el impacto de la riada de imágenes que vierten nuestras pantallas; son imágenes de verdad, de dolor, de desesperación, de miseria. El lodo acumulado lo ha invadido todo y ha dejado los pueblos sin vida, sin hogar, sin aliento después del paso de una hecatombe que ha sacado a la calle las emociones, los bártulos, las rabias, la impotencia, pero también y, por encima de todo, la solidaridad.
Y, mientras unos y otros se increpan buscando responsables, culpables, esos unos y otros dejan de ser útiles a la sociedad que clama ayuda efectiva, resultados visibles porque la unión ante la tragedia crea lazos.
Ya no se trata de desconocidos que navegan sin rumbo, que vagan por sendas inciertas a merced de quienes desvencijan sus corazones, su integridad, su credos, sus familias, esos que van sumando hordas de personas en las que ni reparamos, de las que ni nos acordamos y que resuenan como un eco en los informativos; -no-, estas nuevas víctimas están a dos pasos de casa, en la puerta de al lado, y mientras unos siembran tempestades, otros recogen fangos.
Si me atengo al análisis Astrocabalístico, podría referirme al último ciclo de Plutón en grados Malkuth, (no volverá a estar en Capricornio por lo menos hasta de aquí a 230 años). Kabaleb decía, respecto al grado Malkuth, que constituye el eslabón final de una cadena y los planetas en esta posición se manifiestan de una manera más rotunda y radical como en el caso de este arquetipo.
Malkuth representa a Maveth y Emet, Muerte y Verdad. Nos describe el panorama de un gran cambio y el síntoma es que la Muerte le está ganando la partida a la Vida en el sentido de que todo proceso tiene un desenlace para volver a empezar, destruir para reconstruir. En definitiva, son las cuentas de la vida, el ciclo Yod-He-Vav-He que ha cumplido sus 4 fases.
La presencia de Plutón en este contexto expresa la regeneración de experiencias personales y colectivas. Situaciones destructivas que generan auténticos terremotos o maremotos en la vida de las personas y en relación con el elemento Tierra de Capricornio.
Estas son las conclusiones de un estudio pormenorizado de los Grados de Poder hecho hace más de 35 años por Kabaleb, que sigue siendo tan drásticamente vigente. Pero no olvidemos que los astros proponen y el ser humano es el que dispone de su libre albedrío para ejercer su extraordinario poder de conciencia y superar cualquier catástrofe, moral, emocional y física. Tenemos esa potestad y debemos utilizarla.
Alejémonos de sentimientos de frustración, de la agresividad que genera el caos, la impotencia ante lo que sentimos como injusto; aunemos fuerzas para levantar a quien nos reclama; pongamos ternura en quien busca consuelo y activemos nuestra voluntad para hallar soluciones efectivas. Pasemos de la teoría a la práctica en momentos en los que se necesita acción y reacción.
Nadie, -jamás-, se merece vivir la fatalidad, sea de la clase que sea; no debemos aprender a través de la debacle, de la derrota, del sufrimiento, pero el caso es que seguimos acumulando experiencias contrarias a la felicidad que, a priori, nos merecemos.
¿Hace falta vivir una tragedia para ser solidarios, para mirar al vecino cara a cara sin pedirle el carnet de identidad? La respuesta es simple, pero no tan evidente a tenor de lo que vemos todos los días.
La conciencia personal se alimenta de toda la información que recibe del inconsciente colectivo. Desde este campo procesamos millones de emociones, de pensamientos y con todo ello tejemos una densa red de intenciones, de ahí provienen las modas, muchas conductas, actitudes y posicionamientos. Nos contagiamos de las experiencias vitales que contemplamos y con esa carga emocional podemos pasar de una individualidad recalcitrante a una empatía colectiva que se construye de flash en flash y nos estimula para compartir, para que afloren sentimientos de repulsa, de rabia, de compasión.
Los grandes avances tecnológicos nos permiten asomarnos a esas ventanas en las que vemos caer la bomba en el lugar escogido en el momento preciso, ver minuto a minuto el desbordamiento de un torrente, o asistir in extremis al salvamento de alguien a punto de descalabrarse. Parece, en muchos casos, que lo que cuenta es ser espectadores de excepción y con un “clic” inmortalizar el instante.
Pero, ¿acaso todas estas imágenes sensacionales nos ayudan a centrarnos en el origen de todas estas tragedias y adversidades? ¿Podemos reflexionar, comprender y analizar, desde lo más profundo de nuestra conciencia, lo que tenemos que valorar y aprender de cada experiencia?
No tengo una respuesta objetiva, no hay moraleja que valga ahora mismo, pero sí creo que cada cual debe hacer su lectura porque todas las desdichas del planeta nos atañen.
Esta es solo una reflexión que deseaba compartir de clic en clic en el teclado de mi computadora.