Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar; lo que les pasa a unos nos afecta a todos.
La declaración internacional en pro de los derechos humanos reza: “Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos, a preservar las generaciones del flagelo de las guerras, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones.. a promover el progreso social y elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad; practicar la tolerancia y vivir como buenos vecinos… hemos decidido aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios.”
Una declaración muy bonita, muy ambiciosa, vulnerada a lo largo y ancho de nuestro amado planeta, vapuleada en extremo y esencialmente olvidada, y aún así sigo confiando en la ascensión de la conciencia como única alternativa.
Los detractores de mi recalcitrante optimismo pueden argumentar que a los hechos nos remitimos cuando asistimos a imparables oleadas de desencanto, de miseria, de escepticismo, de agresividad, de reivindicaciones de todos los colores y formas, y todas absolutamente justificadas por otras tantas opciones viables…, con y sin ironía; a todo esto, ¿cómo seguir creyendo que otra sociedad es posible?
Cuento con hacer adeptos a mis tesis de Amor Incondicional, Amor que proviene de la Fuente de la Sabiduría, -Hochmah, para más señas-, porque a río revuelto ganancia de almas que se den cuenta de que se puede apostar por la concordia, por la comprensión, por la no-agresión como principio de un diálogo meditado, comprometido, cómplice de una unión desde el respeto frente a cualquier antagonismo.
Nosotros, los Pueblos; reivindico el estatus de humanidad, es la única sentencia que deseo acatar y aquí va mi declaración de intenciones:
- Ser empática sin identificarme.
- Ayudar sin pasar cuentas.
- Opinar sin criticar.
- Escuchar sin acritud.
- Hablar sin adoctrinar.
Con la esperanza de llegar a cumplirlo, en eso estoy para evitar apuntarme al convoy de los dogmáticos, de los agoreros del desastre, de las personas intransigentes, de las que evitan el diálogo, -no-sea-que-me-vayas-a-convencer-, de quien se apunta a cualquier movida para vivir historias personales y reivindicar frustraciones desde una mal entendida globalidad, y quien busca respuestas fuera cuando las tiene todas en su interior.
El auténtico idealista e ideólogo, -en mi opinión-, une posturas enfrentadas para ver lo que puede hacer para favorecer a la gran mayoría; es quien mira hacia delante, más allá del beneficio inmediato, pero actuando en el aquí y ahora resolutivamente, y quien aplica la bondad porque le sale del alma.
¿Cuánta gente se apunta, formamos un partidazo?
Ahora, en medio del caos, de tantas declaraciones de unos y otros, de sentencias más intestinas y subjetivas que representativas, se echa en falta más sabiduría salomónica. Ahora, de nuevo en las puertas de elecciones en España, lo que realmente está en juego es la elección personal, elegir en conciencia para decidir si ceder el mando de nuestras decisiones en manos de quien va a la deriva, - cada candidato tiene que pasar cuentas con su propia actitud y conciencia -, o dar un salto cuántico y avanzar, apostando por un compromiso personal que contribuya a una mejora real de nuestra condición humana, porque en medio de todo ese barullo de identidades, lo único real es que pertenecemos a una misma familia y entidad.
La pregunta que te planteo es: ¿en qué bando estás?, ¿en el de la especulación de la crisis si “el otro” es quien opina o gobierna?, o ¿en el del “borrón y cuenta nueva”, y vamos a pedirles pruebas de aptitud para ver quién es quién, y elegir a quien de verdad se lo merece y que nos represente de verdad de cuerpo y alma?
¿Pero quién hay?, me vas a contestar y preguntar, ¿quién se presenta capaz de llevar tales riendas?…
Yo diría que muchos, muchísimos, miles de millones de seres humanos ávidos de encontrar la Luz, -es cierto que no son precisamente los que se erigen en candidatos voceros, ojalá les cayese un rayo de Luz de Kether para iluminar sus conciencias-, pero están los portavoces de cada alma comprometida en organizar la avanzadilla de una nueva Nación, con sus miríadas de entidades, credos, razas, pero son al fin y al cabo quienes de verdad pueden cambiar el sistema y hacer que “Una, Grande y Libre” sea la Conciencia, no una ideología extremista. Fue un estadista, Winston Churchill, quien dijo que tenemos los gobernantes que nos merecemos, será que hay que mejorar nuestra condición humana para subir el nivel y que el líder no sea quien saca más réditos, sino el que tiene una conciencia más elevada y preparada.
Sigo confiando, ¿y tú?, ¿te apuntas?