Escucha el sonido y el silencio, toma consciencia de la música que está dentro de ti.
La definición de sonido según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua es la siguiente: “Sensación producida en el órgano del oído por el movimiento vibratorio de los cuerpos”. Así entendemos todos que oímos a través del órgano auditivo. Pero más allá de ese significado exotérico, el sonido es una cualidad latente de nuestro universo que forma parte de las estructuras primarias de la vida misma. Hay quien define el silencio como la quietud del sonido. El sonido se deriva de la vibración que emite el movimiento oscilatorio de la materia, pero existen muchas clases de sonidos, unos son perceptibles al oído humano y otros no lo son y, sin embargo, se consideran eufonías. Las personas aquejadas de sordera también perciben la vibración del sonido.
Cada cuerpo emite sonidos y éstos engendran una vibración, una masa de energía que viaja a la vez por nuestra propia aura, (campo energético de luz que rodea un cuerpo vivo), y por el aura y redes del universo constituyendo así la gran sinfonía cósmica en la que todos interactuamos pasiva y activamente, ora como intérpretes, ora como compositores.
La comprensión del sentido de armonía que produce el sonido es uno de los legados de los sabios del Antiguo Egipto, de Babilonia, y de la Grecia Antigua. Fueron los primeros en estudiar detenidamente los efectos de los sonidos en el comportamiento de la naturaleza y de los hombres. Los egipcios utilizaban sonidos para acelerar los trances místicos en los rituales. La lira de siete cuerdas de Orfeo estaba afinada al compás vibratorio de los siete astros descubiertos hasta entonces, el Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Cada planeta tiene su nota. Los filósofos Pitágoras y Platón concluyeron que los sonidos, la música, son composiciones geométricas dotadas de una estructura numérica que poseen un compás. Pitágoras aseguraba que hay una música a la que denominó “la música de las esferas”, que es la sinfonía que cohesiona la materia y que si dejara de sonar el mundo se derrumbaría. Más tarde la escuela pitagórica ahondó en los procesos del sonido y su aplicación como medio armonizador. Trató de demostrar que si la longitud de un cuerpo celeste producía una determinada vibración, ésta se trasmitía a otro cuerpo menor pudiendo ser interpretada y utilizada por un músico intuitivo o un sagaz investigador. De sus teorías se derivan los postulados que aseguran que cada cuerpo tiene su nota y que existe una frecuencia vibratoria para cada ente vivo, desde el átomo a las galaxias.
Los legados de la cultura Zen y de la antigua Persia enriquecen las claves del conocimiento acerca de la importancia y utilización de los sonidos. El místico hindú Sivananda dijo que la expresión del sonido y de la música viajan a través del universo y se polarizan mediante la onda o la vibración que atrae un cuerpo por su magnetismo y, si se consigue dar con la nota adecuada, se puede sanar un cuerpo enfermo. La tradición judeo-cristiana aboga por la concepción del mundo mediante el Verbo Divino. Por lo tanto el sonido es simultáneamente un género denso y a la vez sutil. Dicen que Jesucristo y los apóstoles, pertenecientes en su mayoría a la comunidad esenia, tenían el don de curar mediante oraciones, mantras que activaban diferentes frecuencias del organismo con efectos terapéuticos sorprendentes. Eran los llamados hombres de la voz de leche.
El ser humano, desde la época primitiva, utiliza el sonido y sus propiedades expansivas para transmitir mensajes, desde la palabra a la percusión, con los cánticos o las plegarias, expresa el valor del sonido como forma de expresión. No obstante existen sonidos imperceptibles a nuestro oído físico y que sin embargo actúan y activan ciertos mecanismos internos y externos. Hay sonidos conciliadores y sonidos disgregadores. La costumbre de ciertas tribus de tocar tambores para llamar al dios de la lluvia o entonar cánticos para provocar la salida del cuerpo del espíritu maligno, responsable de la enfermedad, son prácticas que siguen utilizando.
Que sea el canto a Ra de los egipcios, o la oración a Mahoma, el OM, o la plegaria a los Ángeles, lo cierto es que mediante el sonido podemos conseguir cambiar las frecuencias de nuestra propia vibración.
El sentido espiritual de oriente y occidente comporta ciertamente ciertas diferencias, pero en lo que se refiere al sonido, todos coinciden en que las ondulaciones de frecuencias vibratorias nos alteran o nos armonizan y cuando encontramos nuestra propia nota o melodía, alineamos nuestros 4 cuerpos, físico, emocional, mental y espiritual.
Los sonidos de la naturaleza
La naturaleza dispone de un gran abanico musical, una gran cantidad de sonidos armoniosos que a menudo escapan a nuestros sentidos o no nos tomamos el tiempo de escucharlos. El sonido de las olas del mar o del agua de una cascada puede resultar para unos, extremadamente relajante y, en cambio, crispar los nervios a otros. Los primeros son capaces de asumir la frecuencia de esas vibraciones, los segundos no vibran en la misma onda y por lo tanto esos sonidos se transforman en ruidos. El cuerpo humano emite sonidos. El sonido de la sangre corriendo por nuestras venas, los latidos del corazón, la respiración, la voz. Si golpeamos con las palmas de las manos distintas partes de nuestro cuerpo comprobamos cómo los sonidos cambian de ritmo y vibración.
Existen básicamente 4 tipos de sonidos primigenios: el del fuego, el del aire, los sonidos del agua y los de la tierra. Los sonidos naturales pertenecen a la clave de Fa y los sonidos artificiales, como por ejemplo una sirena o el teléfono, se dan en clave de La.
La terapia del sonido
La terapia del sonido también llamada musicoterapia es una disciplina que utiliza las propiedades del sonido y su vibración para aliviar o curar ciertas disfunciones sicofísicas, tal y como ya lo hicieron nuestros antepasados. El principio básico de sanación con el sonido es el concepto de resonancia, que es la frecuencia vibratoria de un objeto. Los sonidos sintrópicos, armónicos, son beneficiosos, los sonidos que rompen pueden llegar a crear patologías importantes si se oyen con cierta frecuencia que no sólo pueden afectar el oído interno, sino que pueden incidir de forma negativa en el comportamiento de las personas. De hecho está comprobado que el ruido provoca agresividad, en cambio una melodía armoniosa y alegre favorece el optimismo. La frecuencia de resonancia perfecta tiene la capacidad de cambiar nuestros estados tanto físicos, como emocionales o mentales.
La aplicación de la terapia del sonido, tal y como lo hemos visto, tiene sus raíces en la antigüedad. Los médicos egipcios utilizaban notas en sus intervenciones quirúrgicas, con el fin de activar las endorfinas, hormonas que segregan un sedante o tranquilizante natural. Por otra parte, los sonidos que provienen de instrumentos acústicos se emplean para dar masajes sonoros. Los cuencos tibetanos, diapasones o el didgeridoo se utilizan para reequilibrar los hemisferios cerebrales, o estimular los sistemas endocrino e inmunológico del cuerpo.
El uso de la resonancia del sonido no se reduce sólo a las terapias complementarias. Durante la segunda guerra mundial se utilizó la música en hospitales de campaña para los casos en que no quedaba anestesia. Ahora son cada vez más los hospitales que utilizan los sonidos con el fin de relajar al paciente. Con los niños los efectos son sorprendentes, se ha comprobado que con esta terapia necesitan dosis inferiores de anestesia. Se ha constatado también que poner música en la sala de partos favorece el alumbramiento. Se utiliza la música en los tratamientos de enfermedades graves o en terapias de desintoxicación por drogodependencia. Existen otra clase de sonidos, los suprasonidos o infrasonidos que creados artificialmente se aplican en algunos centros hospitalarios para deshacer cálculos biliares y renales. Los buenos sonidos son una fuente de energía, de potencialidades y equilibrio.
Una persona estresada o angustiada, triste o depresiva no aceptará los mismos sonidos que una persona sana, alegre, expansiva. Es por lo tanto muy importante saber qué escuchar y en qué momento hacerlo. El sonido del agua que corre calmará a una persona estresada, agresiva que ha gastado mucha energía. El sonido de los latidos del corazón ayudará a alguien desubicado, perdido, (coherencia cardiaca). Escuchar la propia respiración activa estados de conciencia alfa, relaja, rebaja el nivel de agitación interior. El crepitar de las llamas activa inconscientemente la voluntad; el sonido del aire estimula la creatividad. Estos son pequeños ejemplos de cómo pueden influenciarnos los sonidos.
Las sesiones de meditación con música crean el ambiente propicio para desconectar la mente y distraer las emociones, porque conseguir meditar con la mente en blanco requiere un nivel de aprendizaje muy intenso y específico al que no todo el mundo llega.
El canto de armónicos es una técnica que está resurgiendo con fuerza. Proviene del Asia Central y fue practicada asiduamente por las razas mongoles y los tuvanos. Utilizaban este canto que consiste en cantar simultáneamente varias notas musicales con la propia voz, para ponerse en resonancia con el espíritu de la naturaleza imitando sonidos diversos, como los de los animales, el viento, los pájaros. Son sonidos puros que suenan como flautas por encima de la voz del cantor y esta técnica tiene un resultado extraordinario en las terapias de sanación y transmutación de estados depresivos. Los lamas del Tibet que también poseen el don de la sabiduría del sonido utilizan los armónicos para entonar sus oraciones. Son los llamados “cantos de la voz grave”. Con ellos emiten ondas sonoras muy poderosas capaces de desencadenar procesos vibratorios de efectos importantes en la naturaleza humana.
Instrumentos terapéuticos
La lira: es un instrumento de atribuciones mágicas y de sonido celestial inmortalizada en la leyenda de Orfeo y sus 7 cuerdas afinadas al compás de los planetas.
- El arpa: evoca las cascadas sonoras que a modo de puente conectan lo terrenal y lo celestial.
- Las campanas: despiertan la conciencia. Es por lo que se utilizan como convocadoras religiosas. Las campanas tibetanas inducen a la introspección.
- La cítara: es un instrumento hindú de sonido inconfundible que tiene propiedades sedativas y es activadora de la conciencia para alcanzar estados espirituales superiores.
- La flauta: es un instrumento que tiene el valor de transportarnos al viaje celestial a la morada de lo eterno.
- La gaita: los antiguos celtas la utilizaban para inducir ciertos estados de exaltación. Es antidepresiva. Se dice que la utilizaban los gaiteros en los campos de batalla para dar valor a los guerreros.
- Los tambores: la percusión transportan la mente a otros planos de conciencia. Las tribus africanas los utilizan para fortalecer el espíritu y hacerlo más resistente frente a las pruebas de la vida.
- El violín, el violonchelo y el oboe: son instrumentos clásicos de clara inspiración divina, tienen la capacidad transportar el oyente a planos de conciencia armónicos aunque más estructurados y sólidos.
- El hang, un instrumento del siglo XXI, que dos lutier suizos crearon. Se trata de un disco metálico compuesto por dos hemisferios unidos por el ding, el superior y el cu, el inferior. Alberga 8 tonos musicales. Se toca con las manos y desprende una música celestial. Muchas personas lo utilizan en terapia porque crea unas vibraciones realmente especiales y cósmicas, como dirían algunas de las persones que lo utilizan.
Hay más muchos más instrumentos, invitamos al lector a que nos los descubra.
Recomiendo muy especialmente las terapias de Edgar Tarrés, con sus cuencos tibetanos, sus trabajos musicales con el Árbol Cabalístico, sus músicas celestiales con el hang, los cantos armónicos, etc., son todo un deleite y una enseñanza para el cuerpo y el alma.
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