La unión de la astrología y la gastronomía convierten la alquimia de los fogones en una mayor comprensión de la esencia de nuestra personalidad. Somos los que comemos, lo que sentimos, lo que pensamos, lo que trascendemos.
El mercado editorial señala que los libros que más se venden son los de cocina. Los platós de televisión consiguen excelentes niveles de audiencia con los programas gastronómicos. Hay quien lleva años en pantalla dando clases magistrales de cocina como Karlos Arguiñano, porque además de ser un magnífico chef, es un excelente comunicador.
Comer, en principio, lo hacemos todos los días, -y así debería ser para todos los habitantes del planeta-; y cocinamos desde el descubrimiento del fuego, transformando los alimentos en nutrientes para el organismo, alimentando no solo el estómago, sino que la cocina posee una carga simbólica y alquímica extraordinaria. La gastronomía no solo es un arte o una creación, sino todo un mundo de expresiones diversas de la naturaleza, relacionadas con nuestra personalidad, con nuestros estados anímicos. Si estamos alegres, si nos sentimos felices, ilusionados, enamorados, comeremos de una manera diferente a si estamos tristes, estresados o malhumorados. Tomemos como ejemplo los sueños. Cuando soñamos con manjares, lo relacionamos con los valores. Con la sublimación de los anhelos, con el deseo de elevación incluso; pero si soñamos con una sobredosis de alimentos, con una gran comilona al estilo de la película de Marco Ferreri, la Grande Bouffe, el significado de esta clase de hedonismo será bien diferente y expresará una debacle interior.
El placer de los sentidos no solo está relacionado con la parte más satisfactoria de los instintos, sino que también se refiere al alimento de los cuerpos superiores. Nadie duda de que el sabor de los alimentos no solo queda adscrito al paladar, sino que evoca toda clase de sensaciones, emocionales, psíquicas y espirituales. Los sabores nos hablan de recuerdos, de descubrimientos, nutren nuestra alma porque nos evocan el paraíso, aunque también nos pueden llevar a los infiernos.
Lo vemos en nuestras pantallas, cuando los espectáculos gastronómicos nos ofrecen esa clase de experiencias con Alberto Chicote o el azote de los restauradores, ¡de los bajos fondos de la cocina, al tercer cielo!, o cuando la saga de extraordinarios Chefs nos permiten visitar el Olimpo para descubrirnos sus excelencias.
¡Cómo no van a vender los programas de tv o libros de cocina cuando nos están hablando, -en clave, la mayoría de veces-, de la transcendencia, de la sublimación de los sentidos y de la relación entre los placeres de abajo y los de arriba!
Recuerdo muy gratamente mi inmersión en el mundo de la gastronomía cuando escribí el libro Las Mil y Una con Anchoas. Una experiencia que me llenó de satisfacción en numerosos sentidos. Pude hacer una inmersión en la historia gastronómica grecoromana; empaparme de la sabiduría popular y conocer a muchos talentos. De la mano de Jordi Jacas y de Jordi Sabadí, dos excelentes Chefs, me posibilitaron que toda una serie de maestros de los fogones cediesen sus recetas para ilustrar esas mil maneras de comer el bocarte, el boquerón o seitó, confitado, transformado en anchoa que resulta no tener nada que ver, desde el punto de vista gustativo, con el producto original. Estamos hablando de alquimia, de una transformación que no solo atañe a las papilas gustativas, sino a todo nuestro ser. Recuerdo que las personas que me conocen como alguien centrado en la investigación más profunda de la vida, me preguntaban, ¿qué tenían que ver las anchoas con la Cábala?, y yo les respondía que ciertamente degustar una receta con anchoas era un auténtico placer cósmico!
Durante el tiempo de inmersión en el mundo de la anchoa, desde la mar a la mesa, se me ocurrieron varios propósitos, entre ellos unir la ciencia de la Astrología Cabalística con la ciencia gastronómica.
Por aquel entonces Ferrán Adriá, -“un Tauro que educa los sentidos”-, tal es la definición del panegírico astrológico que le describe en el libro, andaba con sus proyectos de investigación junto a su hermano Albert, y con El Bulli en plena efervescencia. Tuve la ocasión de hablar con él a raíz de las recetas que elaboró para el libro, y le comenté muy por encima mi idea. Me dijo que pidiera cita, que le parecía muy interesante, que se lo explicara detenidamente. Tengo que confesar que no lo hice, desbordada por la redacción, y allí se quedó la idea. Generé una “viuda”, lo que en el argot esotérico se refiere a los proyectos que lanzamos y que no llevamos a término.
Otra de las sublimes ocasiones que me brindó la restauración fue cuando solicité al chef Joan Roca que prologara el capítulo que abría la parte gastronómica del libro: “22 recetas con estrella”, en referencia a los 22 restaurantes con Estrella Michelin que encabezaban el recetario. Me encontré con un ser humano delicioso, que por encima de todo destilaba amor y sabiduría. Le pedí que me hablase de anchoas, y él, por encima de todo me habló de sus padres, de la tradición hecha desde el corazón y me pidió encarecidamente que tratase todas las recetas del libro, con estrellas o no, con la misma delicadeza, admiración y respeto porque, en su opinión, detrás de cada ser humano que cocina, hay una estrella en potencia. Ese Acuario innovador pero que a la vez guarda el respeto por la cultura y las tradiciones, influenciado sin duda por Saturno, regente de Acuario y de Urano, su co-regente, conquistó mi corazón y no hizo más que reafirmarme el sentido de lo que, para mi, es la alquimia en la cocina: la combinación de elementos orgánicos con la interacción de los elementos, Fuego-Voluntad; Agua-Amor; Aire-ideas; Tierra-tradición.
La astrología y la gastronomía están intrínsecamente unidas; los perfiles zodiacales están relacionados con los componentes de los alimentos, con los elementos, se trate del dulce, del picante, del salado, etc., porque la atracción hacia ciertos sabores también está relacionada con los caracteres, con las tendencias personales. Si se es más Fuego, la necesidad de alimentos energéticos, dulces, entrara rápido; si se es más Agua, los sabores lentos, los melosos, dulces, pero también saladitos; una cocina suave, pero generosa, tradicional; si se es más Aire, la variedad, la vistosidad, los alimentos más ligeros, pero también atrevidos, picantes incluso, de cocción ligera, pueden resultar muy atractivos; si se es más Tierra, los alimentos que buscan raíces, tradición, el sibarita y el “chup chup”, aunque también el fast food, caben en su dieta. Pero cada signo, cada perfil tendrá su definición, y hacer una cocina a la carta del comensal según sus tendencias astrológicas, me parecía muy interesante y me siguió dejando un grato sabor de boca.
No renunció a llevar a cabo, algún día, este atrevido experimento. ¿encontraré al chef suficientemente “transgresor” como para secundar mi pequeña locura?
Astrología y gastronomía
¡¡ Me encanta Milena !! Me parece tan, tan genial. Besos
Woooow!
Aquí tienes a una chef amante de la gastronomía y de la astrología. He llevado todo un año dándole vueltas a cómo fusionar la gastronomía y la astrología. Encantada estaría de hacer realidad este proyecto. Atentamente: una Escorpion de sol, luna y Venus en el mismo signo. Ascendente sagitario. (:
¡Genial Stefany!
Vaya! Está claro que lo que el ser humano propone, el universo dispone, porque toda pregunta acaba teniendo respuesta! Me alegra mucho saber de tu interés por fusionar dos ciencias tan apasionantes que tratan del comportamiento y tendencias personales!!
Y con esas 3 posiciones planetarias en Escorpio, no me extraña nada de tu interés por investigar, por penetrar en los secretos de los fogones cósmicos!
Cuéntame más! Un abrazo!