La Cábala es una enseñanza que pasa de maestro a discípulo. Una transmisión oral fruto del intercambio entre seres humanos atentos al significado profundo de las cosas y de las experiencias. El texto que sigue a continuación lo ha escrito una amiga y profesora de un instituto de secundaria. Para mi es una Maestra sabia que trata de enseñar y sensibilizar a sus alumnos dándoles lecciones que no se aprenden en la escuela oficial. Asiste desde hace 3 años a las clases de Cábala y ha tenido la generosidad de ofrecernos sus reflexiones acerca de la relación de esta enseñanza y el aprendizaje de las letras, las palabras y la sintaxis.
SINTAXIS Y CÁBALA
Algunas reflexiones de una modesta maestra de escuela aprendiz de Cábala.
Por Montse Valeriano
Todo está en todo
Y todo empezó reflexionando sobre cómo enseñar lengua a chicos y chicas con dificultades de aprendizaje. El criterio era claro: funcionalidad. Se trata de aprender a leer, a escribir, a escuchar y a expresar. Cada una de estas capacidades supone o lleva implícito su valor. Leer implica disfrutar leyendo, imaginando, relacionando, aprendiendo nueva información, maravillarse, reír, también llorar … Leer implica formar parte del texto. Desde esta perspectiva empecé a considerar el texto como la unidad básica de la lengua…
Sin embargo, el objetivo de esta pequeña aportación se refiere al aprendizaje de la metalengua, particularmente de la sintaxis de la oración simple. ¿Cómo enseñar metalengua, sintaxis y gramática? Sigo pensado en mis alumnos y alumnas de 15 o 16 años, e incluso de 17 cansados de la escuela que, como corredores que llegan a la meta, están exhaustos. Su experiencia con la metalengua creo que es la de un aprendizaje sin objetivo, fuera de contexto… No puedo comprender la enseñanza de la sintaxis y la gramática si no es para la mejora de la funcionalidad del lenguaje.
Pido perdón a todos mis compañeros profesores, particularmente a los especialistas en lengua… No pretendo ocupar su espacio, pero mi trabajo diario y la necesidad de darle un sentido personal, contextual, funcional…, es decir, de dar un significado humano me ha obligado a reflexionar. De vez en cuando mis lecturas desordenadas, los flashes diarios que aparecen ante cualquier actividad de la vida cotidiana… todo sirve para construir(se). Como no, mis aprendizajes sobre Cábala. Mi única pretensión es explicar(me), comprender más allá de la mecánica vacía el valor y el significado y transmitirlo de alguna manera a mis alumnos y alumnas. Vivimos de forma simbólica aunque creamos que la realidad es real. Para que sea real necesitamos del significado. Milena me ha animado. No escribiría esto sino hubiera sido por ella y siento cierto pudor al hacerlo.
¿Qué es un verbo? Es una acción. Cuando pensamos en acciones, pensamos en movimiento. Pensar, sentir, amar, meditar … son acciones que no implican necesariamente un movimiento físico inmediato, probablemente sí en algún momento. Sitúo los verbos en la columna central del Árbol Cabalístico. El Verbo es Energía, lleva la Energía de un Plan, de la Voluntad inicial que siguiendo los senderos adecuados se manifestará en Malkuth. Pienso en el sendero 13 entre Kether y Tiphereth. Conectar la cabeza y el corazón para fundamentar la acción en Yesod y manifestarla en Malkuth. Un plan requiere de diferentes acciones graduadas y cada vez más cercanas al cambio manifestado, al movimiento. Somos materia, manifestada que cambia, que ha de cambiar para evolucionar. Su expresión última es el movimiento, quizás sutil pero, si todo va bien, lleno de significado.
En castellano y en catalán para considerar que tenemos una oración y, por tanto, una idea o imagen completa sólo necesitamos un verbo.
¿Qué son los complementos circunstanciales?. Pues, “como su nombre indica” las circunstancias. Y éstas se dan en la materia. El tiempo y el espacio, la manera y la cantidad o grado. Lo mesurable: la materia. Los complementos circunstanciales los asocio a Malkuth, la manifestación física, terrestre. No olvido que “Todo está en Todo” y que en cualquier circunstancia hay energía manifestada y condesada, pequeños “Arbolitos” cabalísticos en cada circunstancia, en cada molécula. Así pues, las circunstancias existen porque han existido aquellas acciones que las propiciaron.
¿Qué es el sujeto? Es el responsable de la acción: el “culpable”. El portador o instrumento canalizador de la energía, de traducirla en cambio. El sujeto está en Malkuth pero en sí y para que la acción se lleve a cabo con garantías debe llevar consigo todo el árbol: el amor y la sabiduría, la bondad, la belleza, la justicia, la intuición, el sentimiento, la razón, es decir, algún grado de inteligencia … atendiendo al propio sujeto (animal, vegetal, mineral e incluso humano(!))
Escribiendo estas reflexiones me he parado a pensar en aquellas oraciones que consideramos impersonales: “Se dice”, “se cuenta”. Cuando no conocemos el sujeto parece que la responsabilidad de las acciones se pierde y también la asunción de las consecuencias… A veces nos gustaría que nuestras acciones fueran impersonales o atribuibles a circunstancias externas para evitar la responsabilidad y sus consecuencias…
Cualquier acción implicará un cambio que recaerá directa o indirectamente sobre algo o alguien que generará nuevos cambios a corto o largo plazo. Son los complementos directo e indirecto. Toda acción implica una reacción que no deja de ser otra acción. La energía se transforma. La vida es cambio, cambio manifestado. Los objetos directos e indirectos implícitos o explícitos se convertirán a su vez en sujetos de cambio, en canalizadores directos de energía, de la energía del verbo.
Curiosamente acabo de descubrir que en inglés al construir la oración pasiva en algunos casos el objeto indirecto pasa a sujeto paciente. Quiero indicar que la energía del verbo recae tanto en el directo como en el indirecto.
Algunos verbos ni siquiera admiten objetos directos. Sin embargo pensemos en la oración “La planta crece”. Existe un “culpable”, la planta y existe, sobretodo, la acción de crecer. No parece que esa acción recaiga sobre nadie según las reglas de la sintaxis. Sin embargo, ¿debería ser considerada “la planta” objeto directo?, ¿indirecto? Lo cierto es que existe una inteligencia que permite que la acción se manifieste y produzca un cambio que incidirá sobre animales, plantas y sobre la Tierra, si se quiere. En el fondo, el sujeto es también objeto porque al actuar el mismo cambia.
Como todo, el lenguaje debe contextualizarse en el Todo y no debe olvidar las imágenes subyacentes de las que parte y que intenta expresar. Deduzco de aquí el interés de las letras hebraicas con su energía, sus significados ocultos. He relacionado el conocimiento de la existencia de esa energía con el placer que siento al conocer el origen etimológico de una palabra. ¿Podría considerarse ese origen como, al menos, una parte del alma de la palabra?…
Sitúo la sintaxis en GUEBURAH, el orden, la estructuración, lo posible y lo no posible. Las reglas, los rituales, que deben romperse para crear nuevas reglas, cuando éstas son o se vuelven demasiado rígidas, para que den cabida a lo no aceptado, no amado pero existente. ¿No es el Árbol Cabalístico una suerte de sintaxis que indica, ordenando, interpretando y/o traduciendo, cuáles son las reglas del lenguaje de la Vida y poniendo así orden al caos?
Durante la redacción de este texto me he ido preguntado a cada momento si desvariaba o si lo que estaba escribiendo tenía algún interés. De todas maneras, reconozco que estas reflexiones me llevan a explicar la sintaxis de una manera diferente (por supuesto no les hablo del Árbol … ¡de momento!) “Al principio fue el Verbo”. No es gratuito. Nada es gratuito. No es difícil entender o aceptar que el verbo es energía. Y la energía es la Base. Y creo, además, que “Sabemos” que la energía es la Base. Podríamos considerar que es la Realidad más Real que relativiza la realidad y la llena de significado…
Curiosamente me he dado cuenta que a mis alumnos les resulta fácil identificar los complementos circunstanciales: la materia… Quizás mi trabajo como maestra consista en ayudarles a transitar hacia arriba por el Árbol Cabalísitico.
Montse Valeriano