Fue Carl Jung el primero que acuñó el término sincronicidad, que definió como una concordancia existente entre dos hechos que ocurren simultáneamente y que se relacionan mediante un azar creativo cargado de significado para el observador. Fue el estudio de la filosofía oriental, el Tao y el Vedanta, así como su interés por la telepatía y la clarividencia lo que le llevó a investigar la íntima conexión entre el individuo y su entorno. Afirmaba que en determinados momentos esta conexión ejerce una atracción que acaba creando circunstancias coincidentes y éstas tienen un valor específico para la persona.
Convencido de que existe un principio universal por el cual una fuerza de atracción similar a la de la gravedad tiende a atraer hacia la unidad lo que le es afín o similar, cada hecho significativo tenderá a atraer otros hechos similares. Este principio formaba ya parte del manual cabalístico, pero Jung lo aplicó a sus prácticas terapéuticas.
Sabemos también que la sincronicidad tiende a manifestarse en los momentos en los que nuestra psique está más receptiva a los acontecimientos que pueden incidir en nuestro comportamiento. Por ejemplo, cuando nos sentimos emocionalmente afectados o prestamos una atención especial a una situación determinada en nuestra vida, sea de placer o de dolor, nuestra percepción se agudiza y nuestros sentidos se muestran mucho más sensibles a todo lo que nos rodea.
También David Peat, físico y filósofo, dijo que la sincronicidad responde a la necesidad de la mente de construir un puente entre el mundo interior y el mundo exterior, el mundo de la psique y el mundo de la materia y que esta es la forma en que se interconectan las experiencias entre sí.
Por otra parte, Einstein dijo que el mundo que hemos creado es el producto de nuestra forma de pensar y que es una locura creer que puede estar sujeto a los cambios sin que cambien nuestros modelos mentales. Aquí está la raíz de la evolución, así como también de la involución.
¿Son hechos significativos, o por lo tanto sincrónicos todos los acontecimientos de naturaleza similar que están sucediéndose a cada momento en nuestro planeta? Porque resulta que hay una concordancia extrema en todo lo que está ocurriendo, el cambio nos está afectando a todos de este a oeste y de norte a sur en los mismos frentes.
En un mundo en el que la cercanía de la realidad del aquí y ahora está a tiro de un clic de ratón en nuestra computadora, estamos más que nunca intrínsicamente relacionados, sincrónicamente conectados en las distintas frecuencias de un inmenso dial como es Internet, que nos hace testigos, actores y espectadores en el escenario de la vida. No hay quien se esconda de la gran maquinaria, de la gran Matrix que nos tiene atrapados. Manejamos una gran cantidad de información, pero no nos sentimos co-responsables de esta información, de lo que acontece, y resulta que ya no podemos eludir la responsabilidad.
Crónica de un presente inmediato sincrónico
La sincronicidad no es una atracción de feria sino lo que deberíamos analizar explorando el trasfondo de lo que está sucediendo simultáneamente en numerosos países. Buscando, examinando en profundidad la actualidad cotidiana para encontrar una explicación y un significado recóndito. Es parte del trabajo que hacía mi padre, Kabaleb hace más de 25 años. Sus crónicas, la profundidad de sus análisis respecto a los sucesos de un mundo -sin Internet- eran magistrales. Nos acostumbró desde pequeños a encontrar sentido a cualquier situación, con el fin de descubrir la importancia de cada momento. Decía que la comprensión nos llevaría a la superación. Como nada es casual y todo tiene un por qué, la necesidad de encontrarle ese sentido es proporcional a la necesidad de conocer el propósito íntegro de nuestra existencia.
Si estamos de acuerdo en que somos parte de un todo y de que existe un principio de atracción que tiende a unir lo que es afín, atrayendo otros hechos similares, es obvio que toda actitud o comportamiento personal implicará al resto, a la masa crítica de personas sintonizando con nuestro mismo modo de pensar y actuar, sea consciente o inconscientemente.
Así tendremos que cuantas más hostilidades se generen, más se generarán, a mayor destrucción, corrupción, terrorismo, conflicto, etc., mayores posibilidades de vivir esa misma dinámica, porque será lo que atraeremos en un constante fluir energético. De la misma manera que a más unión, amor, solidaridad, generosidad o comprensión, multiplicaremos esas tendencias.
La explicación de todos estos fenómenos de atracción sincrónica podría entenderse con la teoría de Rupert Sheldrake, (http://www.sheldrake.org en inglés) doctor en biología, y sus campos mórficos de conciencia. Se trataría de secuencias de información mediante las cuales la memoria del universo se transmite de generación en generación y de especie en especie como si fueran unas redes invisibles de energía mental. En su opinión las sincronicidades se deben a lo que él llama el sistema de pseudopos intencionales, es decir prolongadas intenciones, ideas y pensamientos que se manifiestan o proyectan información. Es como un sistema de energía psíquica que tiene la capacidad de influenciar o de interaccionar unos acontecimientos con otros. Cuando un campo está abonado y se muestra sensible a la recepción de información, o sea que la atrae, ésta se manifestará. Dicho de otro modo, cuantos más pensamientos y sentimientos de abundancia atraiga a mi vida, más se darán en mis circunstancias
Sheldrake define esta función como el séptimo sentido que engloba también las experiencias de premonición, telepatía o precognición y clarividencia. Sus investigaciones, al igual que otros científicos, llegan a la conclusión de que cada una de nuestras intenciones ejerce una influencia determinada en las intenciones de otras personas con las cuales puede existir o no una relación causa-efecto. Por lo tanto, en un mundo holístico en el que nada existe por azar, todo tiene su lugar en el gran puzzle de la realidad, los pensamientos son una energía inteligente que posee una fuerza extraordinaria que bien puede emplearse para el bien, como para el mal.
Es cierto que resulta difícil de encajar que todo tiene sentido cuando nos desconcierta, nos sacuden los acontecimientos que vivimos a diario.
En el momento en que empiezo a redactar este artículo, a 20 de agosto del 2011, los medios de comunicación vomitan noticias cada minuto, noticias tristemente coincidentes en los cuatro puntos cardinales del planeta.
Estos son algunos titulares:
Revuelta en Siria: Al menos 20 personas mueren por los disparos del Ejército sirio
Al menos 45 muertos y 80 heridos en un atentado suicida en Pakistán
Un muerto y 16 heridos en la escalada de violencia entre israelís y palestinos
Monumental pelea entre dos equipos de baloncesto de China y EEUU en Pekín
Las parejas estables se contagian antes los hábitos malos que los buenos
Mourinho, una lacra para el deporte
El Papa, contra la ciencia
La falta de confianza da otro revés a las bolsas
La debilidad del dólar impulsa el precio del barril de petróleo
El Papa denuncia un "eclipse de Dios" y el rechazo social al cristianismo
La agresión de los antidisturbios a una chica y un fotógrafo agrava las críticas a la actuación policial en Madrid.
Un dirigente de Solidaritat apuesta por no disolver ETA
Muertes, destrucción, insurrecciones, atentados, protestas, fraudes, conflictos. Podemos quedarnos con que son hechos que siempre han existido, antes solo nos enterábamos cuando pasaba en la puerta de al lado, y ahora lo sabemos prácticamente en el mismo momento en que sucede. En cuestión de minutos recorremos informativamente el planeta. Pero nuestra conciencia, poco activa aún, no se esfuerza lo suficiente en comprender que lo que les ocurre a “los otros” nos afecta a todos, porque los campos mórficos de conciencia activan entonces hechos sincrónicos que formarán pronto parte de nuestra realidad.
La escalada de violencia parece imparable porque, según estas teorías alimentamos sin cesar este comportamiento. Al formar parte de nuestro lenguaje, de nuestra realidad cotidiana, estamos recreando esta energía sin darnos ni siquiera cuenta. Es frecuente hablar de todo ello y encima con absoluta naturalidad. Que si el hambre en el mundo, las revueltas que azotan el planeta, de Oriente a Occidente, la crisis, la falta de escrúpulos de las multinacionales, el abuso de poder, la violencia, y un interminable etc. Y las palabras de concordia caen en saco roto, o parecen no tener cabida en un mundo donde los valores están cambiados y el ser humano se aleja de su principal objetivo: alcanzar la plenitud, la felicidad, la capacidad de generar amor que es la fuente de la eterna vida. La oscuridad es a menudo el único camino que nos conduce a la comprensión de los mecanismos que nos “obligan” a rectificar, a reprogramarnos, con el fin de dejar de actuar inconscientemente, dejar de identificarnos más con el dolor que con el amor. Y eso debe cambiar.
No obstante pienso y estoy convencida de que hay muchísimas personas apostando por la unión, la bondad, la solidaridad, pero careciendo de un fuerte poder de convocatoria, porque parece que lo bueno no vende. Aún no estamos a la altura, tenemos que seguir aprendiendo para ir engrosando las filas de un ejército Amoroso.
La solución pasa por la comprensión de los procesos que nos permitan poner luz a la tinieblas para que éstas se liberen de su compromiso, una cuestión cabalística de profundísimo alcance que ya trataremos alguna ocasión más detenidamente.
Y a todo esto, ¿qué diría Kabaleb, cuál sería su análisis acerca de lo que le pasa al mundo?
Posiblemente su respuesta sería que el mundo, el ser humano, está enfermo, sufre de la desconexión del núcleo, no está alineado con el desarrollo de su potencial, le falta armonía, equilibrio y eso destruye su naturaleza humana.
Los primeros síntomas de su enfermedad son consecuencia de la negación, (oscuridad), la no aceptación de su trabajo divino, de su capacidad de creación. El hombre acepta el principio de la vida, pero no el de la muerte, no encaja la renuncia como parte del sentido de la existencia. Acepta ganar, pero no perder. Acepta la salud, pero no la disfunción como camino de aprendizaje personal. Acepta el poder del otro en detrimento de su propio poder personal. Sigue la moda, la influencia del líder sin darse cuenta que el liderazgo es una actitud interior y que debe ser líder en si mismo junto a otros líderes sin necesidad de demostrarlo. En definitiva, no acepta ni al otro ni tampoco a sí mismo. El antídoto es el amor propio, amarse a uno mismo real y activamente.
La conciencia de un compromiso
La Cábala nos explica que cada acto contrario a la vida, a la coherencia de la vida, es un acto de amor fallido que repercute en toda la manifestación de la existencia y en la memoria colectiva. Cuando reclamamos justicia, comprensión, solidaridad, etc. estamos reclamándoselo al que vive en la azotea de nuestra propia estructura interna, es quien realmente es capaz de cambiar, de construir el edificio de la razón y de los valores que pueden aportar claridad al lado oscuro. Pero no somos conscientes de todo ello. En realidad no se trata de pedir o reivindicar, sino de ser ese aspecto de lo que reclamamos. Es la forma de armonizar las tendencias que nos llevan a la desunión para que se desactive el sistema que genera el conflicto.
¿Eso significa que no debemos quejarnos?, no, tenemos derecho al pataleo, es necesario, pero ese grito debería enfocarse hacia dentro. ¿Qué estamos haciendo para que las cosas vayan como van?
Vivimos una época convulsa, estamos preocupados por todo pero miramos siempre hacia fuera. Ya podemos pensar en dinamitar las oligarquías, los poderes fácticos, lamentarnos amargamente de la crisis, pero sólo conseguimos aumentar más su letalidad.
El mecanismo es fácil de entender. Decía Kabaleb que no hay nada peor que un general sin tropas: El que siempre ha tenido ínsulas, siempre las reclamará, el que ha ejercido el poder, el que siempre ha tenido dinero, agresividad, etc., no tendrá nunca bastante, siempre querrá más, y si no a los hechos nos remitimos.
Si hay crisis económica, hay quien se encarga de recrearla día sí, día también. Los que más mandan, más atornillan, se suben el sueldo y bajan las prestaciones sociales. Los que pretenden estar por encima de lo material, emprenden un viaje millonario con un montaje publicitario digno de la mejor multinacional para vendernos un mensaje espiritual… Y seguimos sin enterarnos, nos falta lucidez interior.
Pero como nos decía mi padre: “al revés te lo digo para que me entiendas”, ¿qué nos están diciendo?:
Que a más crisis económica, más tendremos que reinventarnos, apostar por nuestro potencial, nuestra creatividad, abandonando la franja de comodidad y dejando de pensar que se despierte el otro. Se trata de ponernos las pilas, entender que esos dirigentes externos que nos ningunean representan a las tendencias interiores que nos están apretando por fuera para que, desde dentro, reclamemos nuestra propia libertad, para que obremos en conciencia, para que nos enteremos: no podemos seguir sin rumbo, tenemos fuerza, voluntad, entereza, ideales y no podemos esperar que sea otro quien nos resuelva la papeleta. Si actuamos y ponemos orden en nuestro pueblo interior acabaremos por encontrar la coherencia fuera también. El problema es que no nos creemos suficientemente fuertes y poderosos y “otros” actúan por nosotros en este gran teatro de la vida y pensamos que lo hacen mal pero nos conformamos. Cambiar esta dinámica es una ardua labor.
Claros ejemplos ilustran mis palabras. El escándalo de las cifras de gastos de todo el montaje de la visita papal ha levantado muchas ampollas. Cuando el poder religioso emprende una cruzada en busca de fieles para vender su mensaje evangelizador, nos indignamos, pero en realidad detrás de todo ello hay una clave importante: mover la trascendencia interior, el mensaje crístico es válido, edificante, pero no se trata de que nos lo coloquen, que nos vendan la trascendencia, una espiritualidad que no conseguimos sintonizar o manejar en nuestro interior. Es nuestra patente, pero se entrega a un poder fáctico. Los que se prestan a tales operaciones son responsables, pero los que se quejan también lo son, porque vivirlo en la sociedad, aun desde la distancia, es asistir de algún modo también a la farsa, apoyarla desde la crítica también es alimentar esa misma energía, cuando en realidad lo que se nos "sugiere", (el mensaje es para quien lo quiera entender), es que nos pongamos a trabajar, restaurando, reconstruyendo el edificio de una conciencia unitaria que se nutre de cada proyecto personal trascendente. Todos vamos en la misma dirección por distintos caminos.
Dejemos de meterle el dedo en el ojo al vecino de enfrente para quitarle esa paja, cuando en el nuestro se nos ha metido una del tamaño de una viga. Rescatemos nuestro auténtico proyecto humano. La clave está en la reunión de almas, mentes, corazones lúcidos apostando por un objetivo común. Frecuentemos el ágora transpersonal, buscando nexos comunes para solucionar entre todos los problemas que nos afectan.
Me gustaría terminar este artículo con un antiguo relato del que ignoro su procedencia y que es para reflexionar.
Es un hombre que visita el infierno. Hay una gran sala en la que está puesta una larga mesa repleta de comida, de deliciosos manjares. Sin embargo a su alrededor hay unos comensales tristes y muertos de hambre. La razón es que les han puesto cubiertos más largos que sus propios brazos y no pueden llevarse la comida a la boca. El hombre se va a visitar el cielo. Hay una mesa similar con mucha comida y a su alrededor los comensales felices, risueños y satisfechos, con los mismos largos cubiertos. Pero aquí en el cielo, en vez de tratar de alimentarse a sí mismos, unos y otros utilizan los cubiertos para alimentar al que tienen enfrente.
A buen entendedor...
Otro artículo sobre la sincronicidad: La sincronicidad y el significado profundo de las experiencias