Si estás atento, en cada hombre hallarás un aspecto positivo que desconoces, aún detrás de la pésima apariencia de las cosas…
Si eres constante, generoso, busca, atiende, escucha, recoge…
Son notas de música, baila, sigue el ritmo, surge la melodía…
Es el canto de la sanación, el canto de la liberación…
Así recordarás tu futuro
Rabbi Nahman
Estamos en el final de una etapa, que es el principio de un gran cambio en el que toda la humanidad se ve implicada. Nos hablan del fin del mundo, y desde luego que lo es, y ya nos hemos referido a todo ello en anteriores artículos. Desde la visión del cabalista, el fin y el principio son una misma cosa, un misterio desvelado. Este es un momento muy importante, es el momento de recordar quiénes somos y de dar valor al relato que nos explica el principio de los tiempos.
Mi padre, Kabaleb, nos dejó escritos profundos, herméticos, crípticos en ocasiones, en su interpretación del Génesis, y a medida que me adentro en su estudio, me doy cuenta de lo vigente que resulta. La enseñanza Cabalística es un canal de transmisión que mana del chorro de la Alta Ciencia.
El empirismo trata de explicarnos el nacimiento del universo mediante sus complicadas teorías, -no exentas de verdad-, pero desde la Cábala, buscamos comprender el Génesis desde su fuente. Nos lo dejaron todo escrito, solo hay que decodificarlo.
La palabra Génesis proviene del griego, Γένεσις,y significa nacimiento, creación u origen. Las enseñanzas genésicas se recogen en el primer libro de la Tora, (La Ley) o Pentateuco, y también en el primer libro del Tanaj, la biblia hebrea, que se conoce como el Antiguo Testamento. No se le atribuye a ningún autor, pero la mayoría de estudios nos dicen que es la recopilación de diversas enseñanzas de religiosos levitas que datan de la época del cautiverio en Babilonia, (siglo VI a.C.), como compendio de las enseñanzas de Moisés. Estos textos fueron compuestos de forma independiente entre 950 aC y 500 aC y sufrieron numerosos procesos de redacción. La historia del Génesis se basa en tradiciones orales.
El Génesis es un perfecto tratado de ontología. Relata el origen del mundo, del género humano, y el pueblo judío era el « Pueblo Elegido ». Su misión era revelar al mundo toda esta valiosa información, el cómo, cuándo y por qué de la existencia. Pero el Génesis nos habla en clave, de forma metafórica, y ese Pueblo Elegido también somos cada uno de nosotros, con las tendencias “Elegidas” para completar la misión del alma en su tránsito, su experimentación como seres de carne y hueso.
Este « Principio », del cual nos habla el relato y que corresponde a la primera palabra de apertura del Génesis, forma parte del tema central de esta mítica narración: la Promesa, la Elección y la Alianza. ¿Cuál era la intención de YHVH (al que asociamos con Dios), los planes y objetivos del diseño de la humanidad.
En esto consiste el misterio de la vida. El Génesis metafórico no es el Génesis vulgarmente transcrito. Solo una interpretación, una meditada exégesis puede ayudarnos a comprender y penetrar en la profundidad de esta Revelación.
Todo ello forma parte del estudio de la Qâbala, que es en si una ontogénesis y también una filogénesis, porque nos ofrece la posibilidad de estudiar nuestro comportamiento personal y colectivo, nos orienta, nos invita a trascender el presente para descubrir la autenticidad de nuestro trabajo terrenal. No somos seres humanos en busca de una aventura espiritual, sino seres espirituales en busca de una aventura humana.
El lenguaje cabalístico es científico y alquímico. En su estudio encontramos muchas de las claves propuestas por la ciencia y la manera de transmutar los estados, desde lo más denso a lo más sutil. En una sociedad más orientada al empirismo recalcitrante que a la búsqueda trascendente, las ecuaciones cabalísticas chocan con los muros de incomprensión: la materia densa no deja pasar la luz, es opaca, rebota, y así nuestros preceptos anclados en postulados obsoletas se resisten a ser penetrados. No obstante nuestra psique está muy preparada para desarrollar toda clase de sinapsis que nos lleven a conceptos más metafísicos, ¡no solo utilizamos el 10% de nuestra capacidad cerebral!
El Código cifrado
Para la Qâbalah, la concepción del Mundo se generó a partir de una ecuación primordial: Bereshit Bara Elohim.
Esta ecuación, que significa, “En el principio creó, El-Los-Dioses”, encierra mediante las letras del código cifrado, (ideogramas), la idea de un inicio que nos sugiere descubrir nuestro poder creador, el estado de conciencia que evoluciona progresivamente, desde lo más etéreo y sutil a lo más denso. A partir de este momento se establecen las pautas, las claves de acceso que nos llevan a vivir e integrar gradualmente la existencia del universo, del macrocosmos y del microcosmos.
Esta unidad de trabajo, (los ideogramas), se convierte en un conjunto semántico que nos descubre un Lenguaje Sagrado, los Authiot, unos códigos que componen el Alfabeto Hebraico de 22 Letras.
Estas Letras o estados de energéticos de conciencia permiten comprender el Mundo en el que estamos inmersos, su densidad, su propósito, su vibración y su estructura.
Estos ideogramas vibran en unas determinadas frecuencias, y se inscriben en lo que el Sepher Yetsirah, o Libro de la Formación traduce como las 32 Vías de la experiencia, 10 números primordiales y 22 letras fundamentales.
Estas 22 energías abren la vía del conocimiento trascendente de cualquier experiencia de la vida. Son el soplo mediante el cual podemos conectarnos a la divinidad que hay dentro y fuera de cada ser humano. Es cierto que hemos olvidado esta información sutil y solo nos basamos en lo que vemos, lo que es evidente para la física, pero somos luz, vibración y tenemos que volver a utilizar esos códigos, ese ADN virtual, porque el mundo de la no-forma, también es el mundo donde experimentamos con otros registros.
Los Authiot, como estados de conciencia, tienen la misión de desarticular los mecanismos que nos hacen resistentes, opacos a la luz, a nuestra luz. Utilizarlos, descifrarlos, comprenderlos es una verdadera gimnasia mental que acaba activando nuestra percepción de la realidad más allá de la forma definida y material. Entre otras cosas, nos descubren que el amor reside realmente en la experiencia incorpórea, en lo inmortal de nuestra existencia.
El idioma vulgar, que se constituyó a partir de la representación de los Othioth asociados a unos signos-vocales, deterioró la auténtica función de estas energías concienciadoras. Al fonetizarse acabaron desvirtualizando progresivamente las raíces profundas del verdadero lenguaje, que es pura vibración. Nos cuentan que los esenios, los auténticos guardianes de este idioma sagrado, tenían el poder de curar recitando.
Con la experiencia de este aprendizaje, comprendemos que toda manifestación de vida es gradual, desde el germen de esa chispa de luz que nos habita, hasta su máxima densidad, desde Kether, en lo alto del Árbol de la Vida, a Malkuth, abajo, nuestra Tierra Humana. La evolución de todo lo que existe está sujeta a la rotura del cascarón, unos y otros rompemos el molde de lo subjetivamente material, para ir alcanzando diferentes niveles de conciencia y trascendencia. No todo el mundo evoluciona a la misma velocidad de crucero, y de ahí la importancia de respetar todos y cada uno de los procesos y de los ciclos.
Cuando nuestra misión material y trascendente se unen, se integran, la fuerza del Tetragrama Divino YHWH, esencia primordial del Lenguaje Sagrado, se hace vivo y Uno en nosotros.
Negro sobre blanco, en el principio fue el Punto
El estudio de las Letras Hebraicas nos lleva a plantearnos muchas cuestiones, entre ellas, comprender también su trazo. ¿Qué nos sugieren? ¿son un baile de puntos, una danza vital?
YOD-HE-VAV-HE
La Beriya es el principio de Creación, lo que engendra el Tohu o caos, y este empieza por un punto en el universo, el impulso de Crear, (hasta ahora el quark, aunque el reciente descubrimiento nos habla de la partícula con nombre propio, el Fermión de Majorana, como unidad más pequeña del universo). El punto que se convertirá posteriormente en forma: ( . )
Desde el punto, el desarrollo del Pensamiento engendra la vida, de lo impenetrable a lo comprensible. Desde el “punto” se extiende la línea en todos los sentidos y que crea el espacio Interior. Es en el inaprensible éter (Avir), donde se produce la concentración, de donde emana la luz (Aur). El punto es un símbolo de unidad, el principio de la extensión, (que aún no existe más que en la mente que lo crea), y que sólo se creará y se comprenderá dibujándose.
La emanación de la luz que crea es el punto que cobra vida y se extiende, se expande después de la concentración, del mundo inmanifestado al manifestado.
La segunda fase de la Creación es Yetsirah, o formación de una realidad. El punto evoluciona en distintas formas, se expande, se estira, se convierte en una fuerza que crea la línea y ésta el plano.
Así tenemos que todas las grafías de las Letras se componen de punto, línea y plano, unas y otras se han ido estilizando. Esta aproximación dará lugar a la ciencia de la Guematria, que proviene del griego y significa geometría. La geometría sagrada empieza desde el punto, la línea y el plano y combina la equivalencia de letras en números. De ahí la importancia de entender el valor de la geometría para construir un mundo “perfecto”, de formas armónicas y vibraciones equilibradas. La geometría, recordémoslo, está totalmente integrada en nuestra vida desde el principio de los tiempos, la encontramos, en la naturaleza, (fractales), en los templos, (catedrales, etc.), en los observatorios astronómicos más antiguos.
El estudio de la Lengua Hebraica empieza por comprender que esa danza de puntos, líneas y planos representa una dimensión, un espacio donde hallar las raíces de nuestra propia evolución.
La Numerología hebraica. La Guematria
La Numerología hebraica establece una relación semántica entre el grafismo, el valor numérico, la posición de la letra y su arquetipo. Así tenemos que el valor numérico en base decimal dará a las 9 primeras letras, las unidades, a las 9 siguientes serán las decenas, y las 4 restantes las centenas, 100, 200, 300, 400. Las centenas restantes se harán con letras que al situarse al final darán el resultado, 500 a 900.
La Guematria relaciona valores de palabras similares con sus conceptos. Así diremos que si una palabra tiene el mismo valor numérico que otra es que guarda una relación y un significado. Este proceso se denomina Tserouf. Así dos palabras que aún compuestas de letras diferentes, pero que acaban teniendo el mismo valor numérico, conservan una misma vibración energética y así comprendemos más allá de la letra escrita el significado de la semántica como la primera visión holográfica del mundo: una fuerza o energía no puede existir sin el concurso de otras energías, todo forma parte del Todo.
El código hebraico es en definitiva un código dispuesto a revelarnos los pormenores del desarrollo de nuestra auténtica identidad, como seres humanos, como naturaleza que se funde con una naturaleza de orden mayor. Nos explica que la vida no nos fue concedida por una divinidad externa, fecundada desde un Dios exterior, sino que surge desde nuestra capacidad de creación, fruto de unos arquetipos que a su vez fueron engendrados por la evolución misma de la energía cósmica, del baile de las letras negro sobre blanco.
El estudio del Génesis desde la composición de los códigos hebraicos, nos invita a descubrir qué se oculta detrás de este baile cósmico, dejando que sea la intuición, la meditación, la escucha, lo que nos acerque al verdadero sentido de cada palabra, frase, contenido hermético y metafórico. Penetrará entonces en nuestras estructuras desarticulando las resistencias y será cuando podremos aprovechar la máximo su sabiduría.