En medio del caos, la Luz

María me envió un WhatsApp con un simple comentario: “para que escribas un artículo”. Eso fue todo y escuché y me emocioné; quién no lo haría al oír unas voces angelicales que despiertan el sentimiento de quien, desde la distancia, no puede ni imaginar el sufrimiento de tantos seres humanos. He reivindicado muchas veces desde estas páginas la necesidad de comprender, de no identificarnos con la consternación que, al fin y al cabo, se queda la mayoría de las veces en un escueto: “pobre gente”. Pienso que no se trata de apuntarnos al carro del victimismo, ni el propio, ni el ajeno, sino de responsabilizarnos en conciencia del dolor y del sufrimiento ajeno, porque cuando un ser sufre, cuando uno solo de los pequeños adultos lo hace, una parte de nuestra psique lo está sufriendo también bajo el prisma de una existencia holográfica. La naturaleza exterior es inseparable de la naturaleza interior y llevamos demasiado tiempo escindidos, aislados, ajenos a lo que ocurre a miles de kilómetros, porque parece que lo que acontece lejos ya no nos incumbe tanto,- ojos que no ven, corazón que no siente-, dicen. Pero nada más lejos de la verdad. Estamos inmersos en la misma sopa cuántica, y lo que afecta a un corazón en las antípodas de nuestra cotidianeidad, en realidad está repercutiendo en nuestra alma, porque el alma es pura energía, busca la unión, la complicidad, y no la segregación.

El escenario del vídeo nos ofrece imágenes devastadoras, una ciudad derruida, pero en medio del desastre, una princesa canta a la esperanza, canta sonriendo a la vida, y los niños acuden y pintan de colores el caos y la destrucción, y alzan sus voces para volver a la vida.

Esos niños representan el pueblo celular de la humanidad, la esperanza de un futuro mejor, de una vitalidad que está en nuestras manos fortalecer. Cuando nuestros pensamientos positivos y amorosos se expanden, vuelan hacia cada uno de los niños del mundo, estamos creando una sinergia de grupo que sana, que impide que los egrégores, el chapapote de la barbarie, sigan campando a sus anchas y protegemos nuestra especie en serio peligro de devastación interior. Unamos nuestras fuerzas, nuestras voluntades para cambiar lo que no funciona, pero también para mandar luz a los que detentan un poder ejecutivo capaz de detener la crueldad. No tenemos porque aprender a través del dolor, estamos hechos para ser dioses creadores de una mejor opción de vida. Intentémoslo. Querer es poder, convenzámonos al fin.

Nota de prensa

Unicef y Zade Dirani lanzan Heartbeat, una canción para Siria en la que se explican los pormenores de este proyecto del que Zade Dirani, su compositor, quien donó a UNICEF los derechos, dice:

La música tiene el increíble poder de unir a la gente y mantener la esperanza viva. Debemos escuchar la súplica de estos niños en nombre de millones más como ellos que han perdido tanto. Todo lo que están pidiendo es poder volver a disfrutar de su infancia, y el fin de una guerra que no han propiciado para poder vivir en paz.

Las 22 niñas y 18 niños sirios que protagonizan el vídeo viven en un refugio apoyado por UNICEF para familias desplazadas en Siria. En el albergue, UNICEF y sus aliados proporcionan a los niños apoyo psicosocial a través de actividades que incluyen teatro, arte, música y dibujo.

La vocalista, Ansam, es una de los 3 millones de niños desplazados internos que fueron obligados a salir de sus hogares debido al conflicto en Siria. Dentro del país, UNICEF trabaja para proporcionar a los niños apoyo psicosocial, recuperar el sentido de normalidad en sus vidas y reconectarlos con su niñez.