La capital de España, Madrid está sufriendo las graves consecuencias de una huelga salvaje de limpieza. Diez días sin sacar las basuras de las calles está dejando la ciudad como un auténtico vertedero. El ciudadano de a pie pide una solución política y algunos de los gobernantes aluden a que la gestión del conflicto no es de su incumbencia al tratarse de una empresa privada. Lo que está claro es que los sufridores de tanto desperdicio son todos, la clase política, -afortunadamente-, también vive o trabaja en la urbe y le toca asumir la falta de higiene, los malos olores y todos los inconvenientes derivados de esta situación.
Más allá del análisis socioeconómico que entraña una situación tan anómala, mi reflexión gira en torno al simbolismo de esta.
La basura es lo que no queremos, los desperdicios, lo que nuestro organismo no admite, deshecha, fermenta y se pudre. Pero no solo generamos inmundicias orgánicas e inorgánicas, sino también emocionales, psíquicas y esas no las recoge nadie más que nosotros mismos, porque cargamos con los deshechos de nuestras propias lacras.
La capital de un país representa a nivel arquetípico la ciudadela psíquica donde el reino se establece. Hablamos, claro está, en términos metafóricos, pero da la casualidad que España también cuenta con una familia real que está en entredicho, en la palestra enseñando sus intimidades de dudosa transparencia, y si añadimos a esto lo que se destila de la clase política del país, de Norte a Sur y de Este a Oeste, vemos que no mejoran las cosas, al contrario, empeoran porque salen asuntos que apestan desde todos los frentes. O sea que la huelga de limpieza de Madrid es un claro indicio de que hemos llegado al límite, que ya no se puede generar ni absorber más porquería, y que los dignos representantes de un colectivo que debería ser reverenciado, (se llevan nuestros sucios desperdicios), en vez de ser reconocidos por una labor que muchos no harían, ni hacen, son rebajados de sueldo y de ventajas. Desde esa visión entiendo mucho mejor sus reivindicaciones y que no quieran ceder, porque en realidad nos están haciendo un favor a todos, nos llevan contra las cuerdas, porque tal vez sea a el momento de decir de verdad: “basta ya”. No podemos degradarnos más, ni dejar que nadie nos degrade porque le entregamos el mando al poder fáctico, a las tendencias más degradadas de nuestra personalidad.
Tenemos el deber de dejar de polucionar nuestras emociones, nuestra psique, nuestros cuerpos, nuestro planeta, y que las emociones que salgan de emitan buenas vibraciones, sean más limpias, para que nadie deba hacer el trabajo por nosotros, ni una huelga para recordarnos que estamos llegando al máximo de la degeneración. Repito, ¡basta ya!
Estos días también hemos asistido en esta parte del planeta a la sentencia irrisoria de un juicio que ha durado diez años, el desastre del Prestige, un barco cargado de fuel que por mala praxis de sus responsables, dentro y fuera del barco, se hundió frente a las costas de Galicia dejando un reguero, (que no hilito como dijo alguna autoridad) de petróleo, contaminando todas las aguas y la fauna de aquel lugar con todo lo que ha supuesto para los que viven de los servicios del mar. La sentencia ha indignado probablemente a muchos más que los que arrimaron el hombro para limpiar las playas y las aguas, más de 10.000 personas, que en una acto de solidaridad sin precedentes estuvieron día y noche ofreciendo su labor desinteresada. Pero no es de extrañar que la justicia acabe siendo injusta, si la basura está llenando las calles y todo lo que implica… nuestro pueblo interno de tendencias… y que hasta un comisario de la Unión Europea, (que también tiene sus desperdicios), hable de rubbish, basura para referirse a ciertas maniobras que afectan la educación en España. ¡Y es que todo forma parte del mismo plan!
Pero si nos lo dicen por activa y por pasiva, estamos contaminados y contaminando y no es que paguen justos por pecadores, como el dogma nos sugiere, sino que desde que se establece el llamado y mal entendido y mal utilizado, estado de globalización, se han constituido más cuevas de Alí Babá con nuestro expreso consentimiento. Hemos dejado que entrasen en nuestros mecanismos internos “la desidia, el pasotismo, el y tú más y el paso de todo”, todo ello constituyendo un fermento que la tierra, nuestra tierra humana, ya no consigue reciclar.
La huelga de limpieza de Madrid está expresando una urgencia, que dejemos contribuir a la externalización de nuestras miserias humanas, que empecemos por limpiar nuestros canales de percepción y de emisión para que el hedor deje de envenenarnos la existencia. Pedirle a los responsables que dimitan cuando están manifiestamente faltando a la ética, a la honra, a la verdad, es mucho pedir si antes no empezamos por nuestra propia y luminosa existencia.