Tal y como comenté en algún escrito anterior, en la “Presentación” de la Web y en “Simplemente Ángeles”, la vida me da una gran oportunidad, la de formarme junto a muchas personas maravillosas. Un nutrido grupo lo componen todos los compañeros con quienes comparto clases de Astrocábala y de Cábala.Llevamos cierto tiempo unidos. Hablamos mucho, tratamos de aprender, pero de la teoría hay que pasar a la práctica y nos imponemos ciertos deberes relacionados con el tema que tratamos en cada clase. En Astrología, unas veces practicamos sobre nuestras Cartas Natales tratando de averiguar qué trabajos nos propone la vida, otras lo hacemos conectando con la información desde dentro, constelamos astrológicamente, y cada cual se lleva a casa algunas tareas que expondrá después con el grupo. En Cábala la dinámica es la misma, hay tareas para casa que hay que presentar luego en clase, de esta forma interactuamos. Actualmente estamos trabajando sobre el significado de los 72 Ángeles de la Cábala.

Mi deseo es compartir con vosotros el trabajo de una de nuestras compañeras de clase de Cábala, Mercè Albert Puig-Serra. Es el resultado de su reflexión respecto a los deberes que le tocaban con los Ángeles. Como veréis se trata de una perla de sensibilidad que nos emocionó a todos. Está escrito con el corazón y así también debe leerse. Gracias Mercè.

El pasado viernes fuimos a comer con los compañeros de trabajo. Al marcharnos, propuse volver andando por el paseo de Empúries, un paseo hermosísimo que contorna el mar en la Costa Brava catalana, pero nadie secundó mi propuesta. No obstante yo sentía la necesidad de contemplar el mar y me fui caminando sola.
 
El mar estaba alborotado y soplaba el viento. Me paré a observar las olas y fue entonces cuando pensé que era el momento oportuno para empezar a trabajar con el Ángel Sealiah, el nº 45 de los 72 Ángeles de la Cábala. Conecté con las Ondinas, los espíritus de Agua, y les pregunté por qué estaban tan rebotadas (recordemos que dos días antes una ola gigante había roto los cristales de un crucero donde murieron dos personas, además de todas las inundaciones que han estado afectando todo el sur de España).
 
Recordando estos sucesos pensé en mi hijo Arnau, se había marchado el mismo día del desastre del crucero hacia Lanzarote para embarcar en un velero que lo llevaría a Croacia.
 
Les pedí entonces a las Ondinas y también a las Sílfides, los espíritus del Aire, que controlasen su fuerza para que el oleaje y el viento fuesen los adecuados para que todos llegasen sanos y salvos a puerto.
 
Teniendo en cuenta que Arnau es Escorpio, Ascendente Escorpio –es decir: Agua/Agua,  y que durante estos días yo debo ser el Ángel Hahasiah (51) para él, porque ésta era mi tarea, en aquel mismo instante le mandé mucha luz para que le iluminase durante el viaje que acaba de emprender –que según mi opinión es más que un viaje en barco, es un viaje en el mar de sus emociones- y para que encontrase la luz necesaria para ser un faro para otros y sobretodo para él mismo. Se dio la circunstancia de que tres días antes de marcharse le propusieron ser el padrino, (ser protector) de su primo Biel, nacido el 3 de diciembre y que por lo tanto tiene casualmente a Hahasiah como Ángel físico, todo estaba relacionado.
 
Como los agentes climatológicos no nos dan tregua, nevó mucho en mi región, y al día siguiente, todo estaba recubierto de un manto blanco. La nieve había cubierto el bosque y habían muchos árboles partidos. Los más jóvenes y los arbustos estaban doblados de tal modo que las copas tocaban el suelo y el peso de la nieve que tenían encima los mantenía atrapados en esta posición. Volví a conectar con el Ángel Sealiah.
 
Fue entonces cuando realmente capté el mensaje: ensuciamos los ríos, contaminamos los mares, cuando llueve decimos ¡qué día más feo! y cuando hay sequía maldecimos el tiempo porque no llueve. La conclusión es que, tratamos a las Ondinas con tanta frialdad que al final, esta falta de sensibilidad, el poco respeto y la falta de amor que recibe la naturaleza y el universo en general, se ha materializado cristalizándose en forma de nieve. Y así, contemplando el paisaje, como ausente, percibí que los árboles me decían: ya no podemos más. Es tan grande el peso que llevamos a nuestras espaldas que ya no podemos levantar la cabeza. Nos rendimos a vuestros pies; sólo de vosotros depende nuestra salvación. Acto seguido me dediqué a sacar la nieve que les tenía atrapados y mientras les daba ánimos y les pedía perdón, ellos intentaban recuperar su posición hacia la luz del cielo.
 
Aquella experiencia me acababa de dar la oportunidad no de pensar sino de vivir el contenido de la frase que me había tocado trabajar respecto al Ángel: “la sabiduría es la fuente de donde emana la más alta felicidad”.