La palabra temor es un vocablo que, últimamente, parece formar parte, persistentemente, de nuestro léxico. Lo oímos o lo leemos a todas horas en los medios de comunicación.
Seamos conscientes de que la expresión de nuestros pensamientos posee una fuerza extraordinaria. La palabra es creadora, y cuando se repite como una letanía, acaba por implantar su objetivo: si es positiva, nos beneficiará; si no lo es, se incrustará en nuestra mente, establecerá su estrategia y se convertirá en una pésima influencia, difícil de trasmutar.
Recuerdo una anécdota que puede servir de ejemplo. Un buen amigo, astrólogo por más señas, estudiaba su Carta Astral y estaba totalmente convencido de que la posición de los astros en su tema natal, le conducían a un infarto. Lo mejor es que pretendía demostrármelo: “ – este planeta con aquel y en tal sector, ¿lo ves?, está fastidiándome, y tengo todos los números para que me dé un infarto”. Un día, me llamó desde un tren, se iba a Bélgica, con el fin de pasar su aniversario allí y alterar su Ascendente. Hay que aclarar que dependiendo del punto geográfico en que nos encontramos el día de nuestro cumpleaños, al montar la Carta anual, el Ascendente puede variar, si estamos en Roma o en Madagascar.
Me sonreí, ¡cómo alguien tan inteligente como él, podía estar creyéndose esta trama! Aquel año no tuvo ningún infarto. Pero cada vez que nos encontrábamos, me repetía lo mismo, que era seguro y lo iba a demostrar. Pasaron unos años, y… adivinad… efectivamente, me dieron la noticia: le había dado un infarto. Casi me dice, - ¿lo ves?, lo sabía-. Creo que se reservó el comentario, porque le hubiera refutado inmediatamente que, después de insistir 5 años, efectivamente, ¡había conseguido su objetivo! Eso es precisamente lo que ocurrió, no estaba predestinado, sino que, proyectó con tal convencimiento su dolencia que, en su “vaticinio”, acertó.
Puntualicemos que la astrología no tiene nada que ver con ello y no se puede utilizar para este fin; pero cuando llamas tantas veces al mal tiempo, cuando lo proyectas con tanta insistencia, el pensamiento, que es una energía viva, acaba dándote la razón.
El temor es una verdadera lacra, nos satura, se mete en las entrañas, como las grasas saturadas que colapsan nuestras arterias, y luego nos cuesta horrores deshacernos de esa toxicidad y ponernos a dieta.
Dicen que las buenas noticias no venden, no resultan productivas, no tienen morbo, pero son las que producen endorfinas y las que nos ayudan a noquear al invasor, “temor”, y reducirlo, para que el sistema no caiga en sus redes y se haga dependiente: el morbo engancha.
En Cábala estudiamos el valor de las letras del alfabeto que componen todas las palabras, porque representan estados de energía muy poderosos. Así, tenemos que amar y odiar; división y unidad; vacío y sonido, comparten el mismo valor numérico, - 13 -, que es además el valor de los números 2, 4, 7, los Sephiroth del Pilar de la Derecha del Árbol Cabalístico o Etz Hayim.
La Columna de la Derecha es la del Amor y de la Bondad. La suma de 13 es 4, las 4 etapas de la vida; las 4 estaciones, los 4 elementos. El número de Hesed, cuarto Sephirah del Árbol de la Vida, nos expresa el poder del amor y el deseo cuando lo enfocamos hacia las realidades más sublimes. Esas palabras, que comparten el mismo valor, comparten también la misma vibración, lo que nos lleva a entender, que el odio no es más que un amor velado a la conciencia, un amor oscurecido, pero que tarde o temprano va a salir a la luz.
Podemos evitar esperar a que esa transmutación se realice, no teniendo que experimentar la oscuridad, consiguiendo que el amor sea, por encima de todo, nuestra motivación permanente. Cambiemos las dos primeras letras de la palabra “temor”, la “T” y la “E”, por la “A”, con ese Aleph primordial que impulsa nuestra conciencia a obrar con la energía de la vida, la letra A es portadora de humanidad y de fuerza moral. Los nombres que empiezan por A promueven la voluntad de acción y los cambios que nos permiten deshacernos de los lastres del angustia y de la agitación.
Ignoremos los medios que alientan el miedo, dos palabras parónimas y sin embargo tan distantes en la intención que revelan. Blindémonos contra los agoreros de la catástrofe que llenan los depósitos del abismo, para seguir retroalimentando todo lo que es contrario a la energía más limpia y renovable del planeta: el amor en todas sus manifestaciones.