El primer libro del Génesis nos narra la historia del Diluvio Universal, el castigo impuesto por Yaveh a las razas, y las peripecias de Noé construyendo el Arca donde cobijar siete parejas de animales puros y una de impuros, macho y hembra, con el fin de perpetuar la continuidad de las especies.
Los textos judeo-cristianos, en concreto el Libro de Enoc, difiere de este relato y muestra el Diluvio como una limpieza étnica, la de los nefilim, los hijos gigantes de un grupo de ángeles rebeldes que no supieron administrar con justicia y equilibrio su poder, generando conflictos entre los hombres. El Diluvio debía contribuir a exterminarlos, el plan inicial no había funcionado.
Estos relatos, aunque olvidados, quedan registrados en nuestra memoria celular y son parte de nuestra historia personal y del inconsciente colectivo de toda la humanidad. Los animales simbolizan los deseos primarios, unos son puros, otros impuros, tienen que salvarse porque deben integrarse a nuestra personalidad, no podemos destruirlos, sino aceptarlos y transmutarlos. El Agua se asocia simbólicamente a las emociones, a los sentimientos. El mito del Diluvio puede representar la incapacidad para canalizar el elemento acuoso, la emoción que se niega a colaborar con la razón. Noé representa el hombre elevado, el que se salva de las aguas y que permite que la conciencia impere en nuestros sentidos.
Por otra parte, el relato de Enoc nos conecta con otra dimensión, la de los Ángeles del abismo, los que renuncian a aliarse con el hombre para prestarle sus servicios utilizando arbitrariamente sus dones, éstos no han alcanzado aún el pleno dominio de su poder.
Los relatos antiguos, la mitología esconden muchas claves, analizarlas y comprenderlas nos permite acceder a la comprensión de lo divino en relación con lo profano.
En el amanecer del tercer milenio, todo indica que hemos avanzado mucho, los símbolos ya no son jeroglíficos herméticos. Los arquetipos nos son revelados y podemos entender el valor de las cosas desde otra perspectiva, más profunda y constructiva, y al aplicar estos razonamientos, la comprensión de las experiencias individuales y colectivas debería resultar más fácil.
Pero cuanto más podríamos acercarnos al significado intrínseco de las situaciones, más nos cuesta asimilarlo, y por lo tanto nos suben el volumen. Lo que le pasa al vecino no puede seguir out, fuera de nuestra propia conciencia, debemos integrarlo y depurarlo porque ellos, nosotros, formamos parte del mismo universo holístico. Y es así como desfilan las imágenes y las noticias del espectáculo descontrolado de una naturaleza que se excede y no entendemos por qué. En una parte del mundo el agua invade las tierras, convierte en pantanos zonas rurales y urbanas, se desborda de tal forma que sólo cabe huir ante la impotencia, inunda nuestro panorama humano. En otros lugares la sequía asola, no hay agua, no hay vida sostenible, en otros aún, la nieve colapsa; el clima nos juega malas pasadas. ¿Quién es el responsable? Todos a una, Fuenteovejuna señor.
¿Qué podemos extraer de todo ello? Pasamos del desierto, de la sequía emocional, -la falta de agua-, la alexitimia, (la incapacidad de expresar sentimientos), al desbordamiento de las emociones, se descontrolan, los instintos campas a sus anchas, el barro lo invade todo, lo recubre todo de lodo espeso y oscuro y somos incapaces de ver la luz. El estado de la naturaleza es un reflejo de nuestra propia naturaleza interior y debemos buscar a Noé para que esa razón-conciencia nos rescate. La historia del Génesis narra nuestra propia historia. Del diluvio al desierto, de un extremo al otro, en medio de la zozobra es complicado manejar el timón.
El equilibrio es la clave, y la clave es el calor del sol-conciencia que restablece la armonía. Conectemos con Gaia, con la tierra, con nuestra naturaleza interior. Apliquémosle pañitos calientes, dediquémosle dulces palabras, entonemos cantos de amor para calmar su descontento y hagámoslo extensible a la humanidad, al que está lejos y al que está cerca, porque su sed y su hambre, su tristeza y su desolación también forman parte de nuestro propio paisaje humano.
¡Ya era hora, manita, de que
¡Ya era hora, manita, de que enriquecieras la red con tus conocimientos milenarios. Enhorabuena... de la buena, me ha encantado tu artículo...y toda la página, está genial. Felicidades también para el arquitecto y constructor del invento, porque, ¡vaya curro!. Un besazo a ambos, Soleika
Hola Milena, Una magnífica y
Hola Milena,
Una magnífica y enriquecedora exposición.
En el tercer mileno ya debemos dejar de ser contenedores emocionales, no puede ser que aun sigamos arrastrando la dificultad de reconocer y expresar las emociones, sin temor, conectando con nuestra esencia, sintiendo, experimentando y expresando.
No hay ni buenas ni malas emociones, bueno es sentirlas, hablarles, y resolverlas cuánto más las ignoramos más fuertes se hacen sentir, aprietan mas y mas hasta que se desbordan, tal y como hemos podido ver ultimamente.
Pasamos de periodos de sequía intensa, seguidos por otros de aguas torrenciales que se llevan todo lo que se encuentran a su paso.
Es una asignatura pendiente sentir, expresar sin juzgar ni temer a ser juzgado.
Un abrazo guapetona!
En respuesta a ¡Ya era hora, manita, de que por Soleika
que interesante
gracias por compartir tus conocimientos.....hds