La interpretación de la metafísica onírica evoluciona desde mediados del siglo XX. Algunos autores contemporáneos, como el maestro hindú Sri Aurobindo, van más allá del concepto psicoanalítico del sueño como forma de explorar el inconsciente de nuestra personalidad individual. Nos describen los sueños como dimensiones de otras realidades, manifestaciones o mundos paralelos en los que la mente se adentra. Para algunos, el mundo de los sueños vendría a ser como un vasto campo de experiencias informativas en el que el ser humano adquiere conocimiento acerca del mundo astral y donde asciende la conciencia del individuo cuando duerme. El mundo astral es una dimensión menos densa que el mundo físico, donde la mente experimenta virtualmente los poderes creativos y donde puede ensanchar sus conocimientos accediendo al Akasha, el gran depósito de información de todas las experiencias adquiridas y que en Cábala asociaríamos al Mundo de Yetzirah.
Dos científicos del siglo XX, Henri Claude y Jean Lhermitte fundamentaban sus teorías basándose en que la actividad onírica es producto de la disolución del estado de conciencia y que ésta se halla bajo el control de las funciones corticoides cerebrales. Pero esta teoría fue contestada por C.G. Jung que no emplaza exclusivamente la focalización de la actividad consciente en el corticoide cerebral, sino que considera que el sistema nervioso simpático puede dar lugar a una actividad consciente substitutiva, en la que se desarrollan actividades no sólo oníricas, sino también de percepción extrasensorial, premonitorias o de sincronicidad, término acuñado por él mismo, donde la conciencia se desplaza en un orden diferente dando lugar a un fenómeno telepático causal. Por lo tanto, cuando la mente se aísla para descansar, tanto si alcanza el estado de ondas tetha, (lento) durante el sueño, como si lo hace durante una experiencia meditativa profunda, (ondas Alpha), la conciencia se retira al astral de donde puede recibir información. La única diferencia es que cuando se induce a alguien a un estado alterado de conciencia, la actividad de la amígdala cerebral que es la responsable enviar estímulos al hipotálamo que activa el cerebro, está aún en alerta, lo que no ocurre cuando estamos dormidos y en fase REM, (Rapid eye moviment, desarrollo onírico). Esa otra dimensión es tan presente en nuestra realidad y tan inconscientemente vivida, que no la percibimos sino es mediante el análisis del simbolismo de todas esas imágenes que desfilan ante nuestros ojos y que en definitiva son nuestro mundo en otro mundo.
Tal y como apuntábamos en un artículo anterior, (Los sueños, esa otra dimensión), las preguntas más frecuentes son, ¿qué vemos o vivimos en sueños?, ¿son acaso el reflejo de nuestros deseos o ideales frustrados, la visión idílica del mundo que queremos vivir, lo que se esconde en los pliegues del alma, lo que anhelamos alcanzar? ¿En qué idioma nos hablan los sueños?
En los cuatro estados principales en los que la mente procesa el desarrollo onírico, el infraconsciente, el subconsciente, el inconsciente, el consciente, se administran los contenidos de todas las experiencias globales que componen el amplio panorama de nuestra existencia. En la infraconsciencia están depositados los recuerdos tenebrosos, los personales y los de toda la historia de la naturaleza humana, los espectros del pasado, los fantasmas de las pesadillas, porque corresponde a la parte más irracional y subjetiva del individuo. En el subconscienteviven los recuerdos de tres factores determinantes en la vida, los que generan la herencia, la educación y las circunstancias, (Genotipo, fenotipo, paratipo). En el inconsciente tenemos los deseos, los instintos, los recuerdos y los sentimientos impresos donde todas las capas de la personalidad, (el Ello, el Yo, el Ánima y Ánimus, el SuperYo), expresan todo el potencial que determina la vida psíquica y la conducta, personal y también colectiva de los seres humanos, (inconsciente colectivo), y en el consciente se encuentran el repertorio de información más superficial de la mente, o sea el conjunto de vivencias, actos, sentimientos, recuerdos, y deseos y todo lo relativo a la esfera de la voluntad y motivación personal. En definitiva somos auténticas bibliotecas vivientes. Por último queda el supraconsciente, el puente de comunicación con la programación del Universo, lo que podría definirse como la percepción del futuro. Si manejamos tal cantidad de información, cómo no van a tener importancia nuestros sueños, si conectan con todos los centros de información de nuestra personalidad, pero la cuestión es que nos hablan en clave.
La Dra. Consuelo Barea, en su libro el Sueño Lúcido, (Ed. Océano Ambar) expresa: “el cerebro tiene una necesidad compulsiva de dar forma al mundo, y cuando no recibe estímulos del exterior rescata elementos de la memoria y crea alucinaciones y sueños”. Básicamente estoy de acuerdo con ella, una persona sometida a un aislamiento y sin posibilidad de interacción con el mundo exterior basará su experiencia onírica en su mundo interior, creará y recreará imágenes fantásticas, pero ¿de dónde procederán los mensajes, esas visiones oníricas en las que basará su diálogo interior?
Las imágenes se sucederán porque no sólo provienen de las capas de la psique relacionadas con el recuerdo de su estructura de vida, sino que la memoria celular y genética ha atesorado una gran cantidad de información del Mundo de Astral. Recordemos que las células de nuestro cuerpo poseen una conciencia e identidad propia y que por lo tanto estamos en permanente proceso de reconexión con la información genérica de quiénes somos. En la región del Mundo de los Arquetipos se formatea todo el material pensante. La dimensión onírica es un mundo que se nutre por tanto no sólo del pasado vivido, las experiencias registradas en primera persona, sino también de la información virtual que saca de los mundos paralelos donde reside o se conecta la parte más trascendente de la mente superior, nuestro Self. Creamos a imagen y semejanza de los referentes sobre los cuales construimos la realidad de todo lo que existe, y esta realidad arquetípica está sujeta no sólo a los factores de nuestra existencia actual, sino de todas las existencias pasadas y de la información adquirida por la humanidad entera y que es parte de nuestro bagaje personal.
Qué propósitos persiguen las imágenes oníricas
El sueño es un mecanismo de liberación, una alquimia reparadora. No sólo descansa el cuerpo, la mente, sino también reposa el espíritu, se evade para reencontrarse con su identidad primordial. El sueño es como una pequeña muerte que acontece a diario en la vida. La mitología griega describe a Thanatos como el dios de la muerte, pero éste es hermano de Hypnos, el dios del sueño. Los dos permiten comprender que la muerte física no es más que la transición, un gran sueño más profundo, y el sueño de la noche es el retorno a la morada del espíritu. La luz del conocimiento que habita en las Regiones elevadas del Pensamiento puede comunicarse con nuestro consciente durante este retiro y también en ciertos estados meditativos. Nuestro cuerpo es limitado, pero la conciencia no lo es, es potencialmente ilimitada. Necesitamos dormir y soñar para reequilibrar los centros de percepción, el cuerpo, la mente, y serenar el espíritu. Vivir sin dormir y sin soñar es la muerte física. Todos soñamos, aunque no nos acordemos.
Para hacernos una idea de cómo es el Mundo de las regiones del sueño donde la psique se conecta, veamos unos recuadros de referencia.
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El Mundo del Deseo o Astral: (emoción, sentimientos)
- Región de las Pasiones y bajos deseos
- Región de la Impresionabilidad
- Región de los Anhelos (antojos, deseos imposibles o injustos, mal indirecto)
- Región de los Sentimientos (surge el color, cumplimiento del deber, sueño)
- Región de Vida del Alma (Primer Cielo, fuerza de atracción, amor, conciencia del bien)
- Región de Luz del Alma (2ª Cielo, materia de deseos moldeable, sueños, sensibilidad)
- Región del Poder del Alma, 3ª Cielo, Inspiración, contemplación
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Mundo del pensamiento, (arquetipos) de inferior a superior:
- Región de los Arquetipos de la Forma
- Región de los Arquetipos de la Vitalidad Universal
- Región de los Arquetipos del Deseo y Emoción
- Región de los Arquetipos del Intelecto
- Región del pensamiento Abstracto, (germen deseo y emoción)
- Región del Pensamiento Abstracto, (germen vida)
- Región del pensamiento Abstracto, Mundo espíritu (idea germen de las formas)
El lenguaje de los sueños
La actividad mental durante el sueño se caracteriza por una fantasía sensomotora tan vívida que se experimenta como una auténtica realidad, estamos despiertos en ese mundo cargado de emociones, imágenes, lugares, personas y acciones. Vivimos a mil por hora en aproximadamente un periodo de cien minutos por noche. Toda esa miscelánea de sensaciones unas veces felices, otras perturbadoras están aflorando y nos transmiten una rica gama de experiencias reveladoras.
El lenguaje en el que se expresan los sueños es simbólico, arquetípico. La palabra arquetipo proviene del griego arkhetypon, lo que significa modelo, patrón u origen. Platón definía el arquetipo como un patrón ejemplar, perfecto, eterno de lo que existe en el pensamiento divino y del cual se derivan otros objetos, ideas o conceptos. Jung definió no solo el arquetipo como fuente de inspiración o de referencia, sino como forma de intuición y realización personal. El ser humano utiliza y almacena en la memoria toda una serie de imágenes arquetípicas que forman parte del inconsciente colectivo. El arquetipo es abstracto y se manifiesta mediante imágenes arquetípicas, y estas, a su vez provienen de la realidad tangible, personas u objetos. Por lo tanto, los arquetipos son formas innatas de percepción, de intuición que determinan la manera en que percibimos el mundo. Por ejemplo, la madre o el padre son personas reales, pero también son arquetipos de referencia. La idea de madre se refiere al concepto de receptáculo, de fundamento, de tierra, de arraigo, de naturaleza, de fertilidad y de la cristalización en su sentido simbólico.
Los sueños nos hablan en claves aparentemente desconectadas, pero que en realidad contienen un profundo significado. Lo complicado es averiguar qué nos están diciendo. Soñar con una enfermedad no presupone padecerla, nos advierte de que algo en nuestra psique o nuestro comportamiento nos está dando la alerta, no debe suponerse que esta advertencia es para nuestra salud física. Soñar con la muerte tampoco significa que vayamos a morir o a matar a alguien, sino que posiblemente una actitud personal, una tendencia esté pidiendo a gritos abandonar el escenario de nuestra vida. La muerte simboliza el cambio. Los sueños que anuncian una muerte física y real son realmente muy infrecuentes.
La interpretación onírica
La interpretación de los sueños se basa fundamentalmente en ese complicado entramado de acepciones arquetípicas y en el sentido simbólico de las experiencias. Descifrarlo puede parecer muy difícil, a menos que nos empapemos de información, nos traguemos algunos manuales y le pongamos mucho empeño. Pero también existen otros métodos para que el neófito sea capaz de interpretar sus sueños, y aunque recurrir a un buen diccionario de símbolos, a los libros de interpretación o al analista puede sernos muy útil, no siempre es posible. Y entonces, ¿cómo descifrar los sueños?
Si damos por hecho que somos un compendio de información, una biblioteca viviente que forma parte de un colectivo de bibliotecas vivientes, (la humanidad entera y sus arquetipos metidos en el inconsciente colectivo), debería bastarnos con observar, interiorizar, conectar con nuestra propia intuición, estar al tanto de todo lo que nos rodea para ir desvelando el código cifrado de nuestros sueños. Los sueños no nos hablan en un idioma que no podamos comprender, el problema radica en que no estamos a la escucha.
La costumbre de algunos pueblos del Amazonas y de África de analizar en grupo los sueños es una excelente base para entender qué mensajes nos transmiten. Los chamanes, los hombres más sabios del clan ayudan a esta asociación de ideas y abren el debate acerca del significado del sueño, todos participan. Esta es una práctica muy eficaz que se lleva a cabo en occidente en los talleres de sueños. De hecho vemos que Freud acuñó este sistema muy antiguo de interpretación, invitando al paciente a explorar sus sueños con lo que él llamó el sueño manifiesto y las ideas latentes del sueño. Afirmaba que creamos resistencias ante el significado profundo de las ideas en torno al sueño por temor a desvelar partes de las frustraciones o fantasmas personales, y que las imágenes que surgen del interior desvelan esas asociaciones de con el mensaje que nuestra psique pretende darnos.
Lo más importante es comprender que la percepción intuitiva está relacionada con los símbolos oníricos que nos son conocidos. Por lo tanto el análisis onírico es un análisis absolutamente personal e íntimo que si bien puede utilizar unas pautas basadas en el lenguaje de los símbolos, necesita abordar más conceptos que los del arquetipo genérico. Los símbolos significan algo concreto para el soñador en el contexto de su vida y de sus creencias personales, esto es lo que determina el valor y mensaje del sueño.
Pero así como Freud se limitó al análisis reduccionista buscando las frustraciones y deseos no satisfechos como fuente onírica, la infancia, la represión de la libido sexual, Jung nos propone un método más expansivo orientado hacia el porvenir y lo que el sueño pretende desvelarnos son los deseos no satisfechos, sí, pero también el potencial y los proyectos de vida en vías de desarrollo. Sus amplios estudios nos aclaran muchas cosas acerca de los sueños, como por ejemplo que solemos soñar en serie, que cuando una situación en nuestra vida es relevante, puede repetirse el mismo sueño hasta liberarnos del problema, y que el sueño evoluciona. Llamó a este trabajo onírico “proceso de individualización”, que nos lleva a analizar el sueño no sólo basándonos en los hechos pasados anclados en la memoria, sino también en el contexto presente y en la proyección de futuro. Allanó mucho el camino de investigación buceando en las distintas culturas y mitologías, en el budismo Zen, el judaísmo, el islamismo, las civilizaciones griegas y romanas o en las costumbres aborígenes y africanas a fin de comprender que los símbolos de cada cultura aportan una gran cantidad de información. Los miles de sueños que analizó le llevaron a establecer una correspondencia asombrosa entre las estructuras de los procesos simbólicos de distintas generaciones de hombres de una misma cultura como residuos de experiencias similares repetidas a lo largo de siglos de historia. Pongamos por caso un suceso que ha calado hondo en la cultura de todo un pueblo, una guerra, la devastación. Un acontecimiento de gran magnitud no sólo dejará huella en la psique de los que lo han vivido en primera persona, sino que marcará el inconsciente colectivo de toda la generación de aquellas personas atadas al mismo patrón, influenciará sus vidas. Estos son los patterns of behaviour o arquetipos comunes. El sueño no sólo concierne el individuo, sino también la colectividad y es en esa interacción donde debemos buscar el mensaje. El viaje onírico es una auténtica herramientade transformación.