Del Tav al Aleph
A instancias de algunas compañeras que me han pedido que escriba alguna cosa acerca de lo que se puede hacer para despedir el año, he pensado en publicar la pequeña meditación que hicimos en clase de Cábala esta misma semana. Pero antes de insertarla, dejo aquí algunas reflexiones cabalísticas acerca del simbolismo de esta despedida del año y la bienvenida a este nuevo periodo. Del Tav, la última letra del Alfabeto Sagrado al Aleph, como nuevo principio de vida.
Tav es la letra que marca el final, es un símbolo de existencia, la materia ha tomado forma y establece una alianza con la Luz. Es un camino de perfección en cada instante, en cada acto, en cada experiencia vivida, en cada vida y resurrección. Es la cruz que representa un cruce de caminos, lo que hemos recorrido, porque el Tav está en todo final de experiencias y simboliza la capacidad de perfeccionarse. En el Tav, ese final de etapa, lo humano y lo divino buscan el Paraíso, ese Edén perdido, después se produce el retorno a la unidad, al Aleph. En Tav están los cuatro elementos, el dominio del alma humana sobre los elementos de la naturaleza interior, es el cuerpo, es el alma-espíritu y materia que ya no se combaten, sino que forman la Suprema Alianza. Este es el símbolo del año que despedimos. La mirada atrás debe servirnos no para recriminarnos aquello que pensamos no haber hecho bien, sino para responsabilizarnos y activar los cambios necesarios, sin culpabilizarnos. Se trata de cerrar una etapa de nuestra vida sintiéndonos afortunados por lo que hemos conseguido, porque si el Tav simboliza ese camino hacia el edén, pensemos que con nuestras actuaciones nos hemos acercado un poco más a ese estado, aunque a veces sea a través del “al revés te lo digo para que me entiendas”. Despidámonos del año 2010 con un “gracias por los servicios prestados”, porque será la forma de positivizar lo que ya es pasado. Quitémonos las pesadas losas del “pobre de mí” o de “que hice yo para merecer esto”, o “qué mal hice aquello o lo otro”, entonando el mea culpa. Desdramatizar y pensar que todo sirve en el camino de ascenso y con la mirada atrás poco veremos los preciosos destellos de un nuevo amanecer.
Porque es el Aleph que entra en nuestra vida a partir de esta madrugada. Cómo decía J.L. Borges: Si todos los lugares de la Tierra están en el Aleph, ahí estarán todas las luminarias, todas las lámparas, todos los veneros de luz.
Aleph es la primera letra del alfabeto, es el símbolo de Vida-Muerte, arquetipo del principio abstracto de toda creación, de todo lo que Es y no Es. Es la Unidad, un símbolo de poder absoluto. Representa el soplo de dónde surge la Vida en todas las potencialidades. Aleph contribuye a la realización material, pero no es materia, sino el poder energético sin el cual nada podría hacerse. Es el estadio del fuego, fuego en semilla, ese fuego que se encuentra en lo profundo de todas las cosas y que les permite arder. Es esa voluntad de renacer que surge más allá de nosotros mismos, es como ese esfuerzo de la madre que a punto de dar a Luz, aún dice que ya no puede más y más allá de esa claudicación, las fuerzas se multiplican y brota la vida de sus entrañas. Hasta en la piedra encontramos encerrado el Aleph porque si rascamos dos piedras se enciende la chispa que delata la presencia de la luz, de la Vida.
Analógicamente este principio de año es el Aleph que se descubre a sí mismo en cada voluntad de vida. Es difícil canalizar la energía del Aleph puesto que es una energía desestructurada aún, como tampoco sabemos qué nos va a deparar el nuevo año, pero este principio nos impulsa a innovar, a seguir adelante, a dar la bienvenida a todo lo que ES, lo que la vida nos ofrece vivir, experimentar.
Los cabalistas asocian Aleph a vida-muerte-vida, porque es la fuerza que produce la vida pero también es la que destruye toda cristalización para que el proceso de creación tenga continuidad. Como decía mi Madre, pretender saber lo que es Aleph es destruirlo. Si bien la psique humana necesita recrearse en una solidez, tener claros los límites, -queremos saber lo que nos deparará el nuevo año-, identificarnos le quita magia a ese nuevo descubrimiento. Pero también necesitamos creer en lo inmortal porque no podemos entender el término de eternidad. La revelación del Aleph está en cada uno de nosotros cuando traspasamos el umbral del Tav, cuando despedimos el año para sumergirnos en una nueva experiencia renunciando a la programación, cuando no tratamos de hacer del Aleph un dogma y dejamos que el pensamiento libre se realice sin límites. Entonces la conciencia no se queda secuestrada y vivimos en plenitud cada nuevo despertar de este nuevo Año.
Meditación fin y principio de año
Sitúate cómodamente, sin cruzar las piernas, deja que tu cuerpo se distienda, elige la postura que te sea más agradable y cómoda. Presta atención a tu respiración, es tranquila, se acompasa a los ritmos de tu corazón. Suelta las tensiones relajando tu cuerpo, tu mente, tus piernas y tus brazos.
Realiza tres respiraciones lentas y profundas, inhalando el aire por la nariz y exhalando por la boca, llenando primero de aire tu abdomen y luego el tórax. Con una última respiración profunda das la orden a tu mente de rebajar la actividad eléctrica de sus ondas a 4 ciclos por segundo, de esta forma entrarás en un estado de profunda relajación.
Imagina que por encima de tu chakra 7, en la parte superior de tu cabeza, se forma una espiral de luz azul índigo. Observas que por encima de tu cabeza, se abre este chacra 7, tiene la forma de un gran embudo por el que penetra la luz azul de la espiral. Imagina esa luz bajando por todo tu cuerpo inundando tu interior como una ducha de energía sanadora relajante que te permite relajarte más y más profundamente, desde la cabeza, baja lentamente hasta tus pies,inunda todo tu cuerpo armonizándolo, relajándolo completamente, aliviando todos tus centros energéticos. Esa luz azul va eliminando cualquier tensión y regenerando cada tejido, cada célula, cada órgano.
En ese estado de profunda relajación en el que te encuentras, visualizas o imaginas que estás caminando por un sendero, te diriges a un monte que divisas en la lejanía, es el Monte Saint Michel, en lo alto del monte, un templo, es el templo dedicado al Arcángel Miguel. Llegas caminando y empiezas a escalar el Monte lentamente y a cada paso que das, te vas desprendiendo poco a poco de todas tus vestiduras, joyas, calzado, todo lo que llevas encima. Te desprendes asimismo de una capa de energía gris compuesta de tensiones y preocupaciones de la vida diaria.
Vas ascendiendo, subiendo, subiendo, tu cuerpo se queda completamente desnudo y cubres tu desnudez con un precioso manto blanco, tejido con hilos de luz. Alcanzas la cima del Monte. Estás ante las puertas del templo que se abren ante ti y te invitan a penetrar en él. Penetras en una gran sala, sus paredes estás recubiertas de amatistas.
Un Ángel inmenso te está esperando, es POYEL, visualízalo abriendo sus brazos y abrazándote. Con él vas a crearte un refugio dentro del templo, una pirámide de luz. Los materiales que vas a utilizar son materiales de Luz líquida que llevan componentes especiales, Amor, Sabiduría, y templanza. Imagina las bases y las paredes triangulares de la pirámide que se dibujan, se construyen y se cierren en la cúspide donde instalas una preciosa estrella de 5 puntas.
Ahora te sitúas dentro de la pirámide e invocas A los Maestros de Luz, Cristo Sananda, el Arcángel Miguel, el Arcángel Metatrón, la Madre-Gaia María. Poyel está a tu lado.
En el interior de tu pirámide se despliega ante ti la visión de un hermoso jardín, hay flores y frutos en abundancia. Al fondo del jardín una verja, te sitúas ante esta verja y la empujas hacia dentro. Llegas a una escalera que desciende. Bajas y llegas a una gran sala iluminada con antorchas. Al fondo hay un cofre grande. Poyel se dirige a ti para decirte que en ese cofre hay un regalo para ti. Pero antes de abrirlo y cogerlo debes dejar algo que ya no te sirve, debes desprenderte de algo. Es final de año y hay asuntos que debes liquidar. Deshacerte de algo que ya no cabe en tu conciencia, en tu vida.
Piensa en ello, visualiza lo que es y despídete amorosamente dándole las gracias a esa circunstancia por el crecimiento que ha supuesto pero que ya no cabe en tu vida, en tu nueva personalidad.
Abres el cofre y ves tu regalo. Cógelo y guárdalo en tu corazón. Es tu herramienta, es tu don, que puedes utilizar cuando sea necesario.
Vuelves a subir por las escaleras. Estás en el jardín y ante ti hay otra escalera que te lleva hacia arriba. Subes uno a uno los peldaños. Llegas a la azotea y ante ti unas espléndidas vistas. A lo lejos un gran portal con las letras de neón reflejando el número 2011. Te asomas a ese portal. Estás dentro de un parque de atracciones. Mira lo que ves, fíjate bien en los detalles, recréate en ellos. Hay una gran rueda de la fortuna con 12 casillas. Quieres probar suerte. Le das a la rueda que cae en una casilla con un número. Visualiza cuál es ese número y retenlo. Este número es un código para ti, es tu número de la suerte para este nuevo año. En esa casilla hay un mensaje oculto. Pides que te lo entreguen. Guárdalo en tu corazón.
Vuelves a bajar por la escalera, llegas al jardín. Pasas de nuevo la verja, la cierras. Te encuentras de nuevo en tu pirámide.
Sales de la pirámide que se desvanece al instante. Estás en el templo del Arcángel San Miguel. Poyel está a tu lado y te abraza con mucho amor. Se despide de ti, te pide que lo tengas presente este año, Poyel es el Ángel que te concede lo que deseas. Te despides de todos los que te han asistido en esta meditación. Sales del templo, bajas la montaña, te despojas del manto de luz y recuperas tu ropa. Estás aquí en tu realidad presente perfectamente bien.
Feliz Año, feliz meditación. Podéis mandarme vuestras impresiones, si han salido claves que no lográis descifrar, con gusto os ayudaré.