La Envidia: una farsa de poder que traiciona los verdaderos ideales y fragmenta la autoestima
La Envidia, mitología
La Envidia es un “pecado” capital que puede deberse a una perturbación del planeta Mercurio en la Carta Natal.
Para entender este arquetipo planetario y sus “fallos” en el sistema, abordemos primero la visión mitológica.
Mercurio romano, o Hermes griego, es el mensajero de los dioses del Olimpo. Hermes era un vástago inestable y mentiroso que se aburría soberanamente y para entretenerse solía gastar muchas bromas a dioses y mortales. Entre sus prácticas estaba el engaño, el hurto, la manipulación. Cuando se convierte al panteón romano, Mercurio cambia sus habilidades y se dedica al intercambio de información, al arte en el comercio, a proteger viajantes, y su sentido práctico, su agilidad física y mental, su elocuencia, son parte de sus destrezas.
Mercurio expresa una gran versatilidad, es adaptable, inconstante, como lo es el pensamiento, volátil. La mente puede resultar tramposa, objetiva o subjetiva, analítica, crítica, y también alquímica. Mercurio ejerce su influencia en los medios de comunicación, entre otras cosas, y de ahí la cantidad de datos que maneja, entre verdades y mentiras.
El pensamiento envidioso
En el mundo de la psique, la función de Mercurio consiste en organizar los recursos que posee el individuo para su lógico aprovechamiento, por lo tanto persigue la coherencia, la razón y la verdad. Pero el anverso de la autenticidad, de la claridad, es el fraude, la manipulación, la mentira, la calumnia, y cuando esa parte mercuriana de la personalidad utiliza esos recursos perniciosos, cuando pretende disponer del capital ajeno como si fuera el propio, recurriendo a comparaciones codiciosas y criticando con el propósito de difamar, de arruinar la reputación de su competidor para sacar réditos, reconocemos el cuño de la suprema Envidia.
El propósito de Mercurio, Hod para el Árbol Cabalístico, es facilitar el acceso a la verdad, a la lógica, para pasar las emociones por el tamiz de la razón, por lo tanto, quien siente envidia, la persona envidiosa, no será noble con sus propios ideales, dejará que sea la subjetividad de un razonamiento intestino lo que prevalezca en su naturaleza humana y la obsesión de apoderarse de lo ajeno le llevará a justificar comportamientos que se alejan de la legalidad.
Hoy día, por ejemplo, reconocemos una forma de Envidia que se ha generalizado y extendido y es copiar, plagiar, reproducir textos de otros sin nombrar su autoría.
Envidia ¿qué es?
La Envidia falsea las experiencias del que la sufre alterando su programa humano. Esa clase de defecto, que parece “tolerarse” mejor que otros, es un verdadero retraso para la evolución porque la personalidad no consigue gestionar sus propios valores y busca referencias ficticias.
La Envidia revela un sentimiento de muy baja autoestima, desvía a quien la padece de su objetivo primordial, lo instala en una farsa de poder recurrente, persiguiendo la falsedad como método de afirmación.
Envidia, el remedio
El antídoto para la Envidia es entrenar la voluntad al servicio de la verdad, por pequeña que sea; analizarse internamente para repasar todas las excelencias y cualidades reales que se posee ya que estas enaltecen los propios valores y ayudan a corregir los defectos.