Buscar la conciencia en el cerebro es como buscar al locutor dentro del aparato radiofónico.
Nasseim Haramein
La psique, la gran mente, el vehículo del alma, viaja cuánticamente, se desplaza en lapsos de tiempo que solo la conciencia puede cuantificar. Según los físicos Stuart Hameroff y Sir Roger Penrose, los microtúbulos de las células cerebrales son los responsables del procesamiento cuántico que permite, por ejemplo, liberar la conciencia al morir. Pero no solo nuestra conciencia utiliza estos mecanismos cuando se desagrega del cuerpo, sino que también ocurre cuando viaja, por ejemplo, por el espacio onírico, donde el tiempo parece detenerse.
Estos dos científicos afirman asimismo, que la experiencia de la conciencia es el resultado de los efectos de la gravedad cuántica en estos microtúbulos, una teoría que llaman “Reducción Objetiva Orquestada”, (OR). Es lo que identifican como la protoconsciencia, una propiedad fundamental del universo activa y presente desde el comienzo de los tiempos y que marca la actividad de lo que podríamos llamar la Gran Mente, que descarga su información a la realidad física. Así tenemos que la conciencia es la que crea la realidad y nuestros cuerpos acaban siendo una proyección originados por un modelo energético en el que nuestros átomos y moléculas se alinean formando una estructura material, un organismo.
De esta forma, y siendo así, si intervenimos conscientemente en el mecanismo de la protoconsciencia, esto es interceder en el flujo energético que creó e influenció el comportamiento celular, podemos recalcular, recomponer, reparar, reorbitar nuestra realidad. La Alquimia Genética de Soleika Llop es una buena prueba de ello. Sus trabajos en el nivel cuántico del ADN exponen que es posible revertir problemas, sanar, transmutar, despertar a una nueva conciencia del ser y por lo tanto del organismo.
Si creemos que nuestras almas están de hechas del mismo material y estructura que los del universo, y la Cábala nos lo demuestra en todas sus concepciones cuando estudiamos el Génesis de la vida y la organización del Árbol de la Vida, el mecanismo por el cual nuestros cerebros operan, al ser análogo al funcionamiento de la gran maquinaria cósmica, nos da la posibilidad de interactuar y comportarnos como dioses creadores de nuevas realidades cada vez más perfectas en el nivel cuántico, pero también a nivel físico. Somos depósitos, Kli en el lenguaje cabalístico, Sephiroth, o libros abiertos, receptores y amplificadores de todo lo que nos rodea, captamos y reproducimos.
La pregunta que se hacen los científicos es, ¿cuándo surge la consciencia? Si la OR, (de Orch, Orchestrated Objective Reduction”), como origen de la protoconsciencia, representa el modelo primigenio de la consciencia tal y como la definimos, es que ésta siempre ha existido y lo único que debemos hacer es reconocerla, reactivarla; si el colapso de la función de onda-partícula cuántica ha ocurrido de forma espontánea, sin necesidad de la presencia de un observador, de una medición, para determinar su comportamiento, y si el desarrollo de la consciencia cósmica resulta estar orquestada, pero no se localiza su director, esto supone también que nuestra propia psique, unida a la Gran Psique del modelo primigenio, ¡sigue un patrón protoconsciente!
Esto plantea una entelequia. Como dijo el astrofísico Trinh Xuan Thuan en su libro, La Melodía Secreta, “aceptemos que la estructura del universo tiene un origen natural, sin la intervención divina, pero en realidad, tampoco podemos reducir la vida a un conjunto de células, de hélices de ADN, o cadenas de átomos, porque el grado de complejidad de la vida es más grande que la suma de todos sus factores".
Me alivió y me alivia comprender estas palabras que desde hace más de 24 años resuenan en mi cabeza, aligerando las sentencias de la física empírica. En aquellos años leer a este científico me encaminó a descubrir lo que era la física cuántica, sobre todo para comprobar después, que sus postulados guardaban una estrecha relación con el estudio de la Cábala.
Hay una conexión entre la estructura física del universo y los procesos bio-moleculares de la ingeniería cerebral y cardiaca. La consciencia es en realidad una cualidad mucho más estable de lo que nos imaginamos y que evoluciona de la misma manera que el universo: se expande para terminar contrayéndose.
El proceso emanó desde Ain, dibujando un punto de luz que generó Ain Sof, hasta Ain Sof Aur, (luz manifestada). La Voluntad de esa generación, (protoconsciencia) se agrandó, abriéndose paso, generándose a través de las tinieblas de lo informe, pero aún sin tomar forma alguna, hasta que esa expansión llegó a un punto en que esta luz más condensada dio origen a Todo lo que Es y no Es. Así tenemos el proceso de contracción o tzimtzum, lo que también podemos llamar Big Crunch, o colapso, que da lugar al proceso de densificación, que genera un “residuo”, Reshimu, o lo que viene a ser el origen primario de la manifestación de la materia. A partir de ese momento, ese proceso o creación empieza a hacerse presente y manifiesto e inicia la expansión. Se crea un gran espacio o tehiru, lo que lleva a la protoconsciencia del universo y la consciencia del ser, a expandirse, pero también a romperse, debido al alejamiento de la luz y la densificación progresiva de la materia y también de la conciencia individual. Es lo que en Cábala denominamos la rotura de los vasos o recipientes, shevirah-ha-kelim. Este proceso ha entrañado el tikkun y nuestro destino es volver a reparar esta rotura para volver a incorporarnos a la protoconsciencia original, (netzotzim). Ser Uno con el universo, he aquí la cuestión.
Tal y como dijo Jung: “Aquel que comprende la oscuridad en sí mismo, tiene más cerca la luz”
Nuestra conciencia viaja, se dilata, extrae información de todo lo que la circunda, para terminar procesando íntimamente los conceptos, la información. Nuestro propósito es abrazar el modelo antrópico y finalmente andrógino, y ser Uno con el universo. Si estamos conectados al cosmos y este evoluciona, nuestra conciencia personal también. Los multiversos son las diferentes capas y dimensiones; los planos diferentes de la unidad. Para la Cábala no existe una sola realidad finita, sino la expresión múltiple de la realidad única, pero que opera en distintos grados energéticos, (Árbol de la Vida y Sephiroth). Vivir simultáneamente en dichas expresiones es experimentar en la multiplicidad, la extrema complejidad y la maravillosa sencillez de la existencia.
Somos lo que pensamos, todo lo que somos surge con nuestros pensamientos; con nuestros pensamientos hacemos el mundo.
Gautama Buda