Entendemos la Cábala como un sistema filosófico y teosófico revelado al ser humano para contestar las eternas preguntas del hombre acerca de la naturaleza del Mundo, del universo, de lo que conocemos como Dios, y del destino de la humanidad. Si bien la Cábala se conoce más como el estudio de la religión judía, la Cábala es mucho más que todo eso cuando se trasciende el dogma. Se trata de un saber místico y meditativo, un camino de elevación espiritual. Una enseñanza que ha pasado de maestro a discípulo, desde Moisés a Abraham, pasando por Isaac, Jacob, José y Jesús. En su origen fue transmitida oralmente, de maestro a discípulo; los discípulos se convirtieron en maestros y éstos, al final, acabaron por cifrar el conocimiento redactando manuales considerados como libros Sagrados, la Torah, el Zohar o el Sepher Yetzirah, entre otros muchos.
Su origen
La concepción del Mundo, según la Cábala o Qâbalah se generó a partir de una ecuación primordial que puso en movimiento estados de conciencia que evolucionaron en aspectos más y más perfectos, de la entropía a la sintropía, tratando de establecer un código que integrase la existencia del universo, del macro y microcosmos.
Su origen se remonta a Adám, a la palabra de Yehova y sus instrucciones acerca del mítico Edén y el Árbol del Bien y del Mal. Estos hechos míticos podrían constituir los primeros indicios de esta enseñanza. Más tarde la transmisión que recibe Moisés en el Monte Sinaí, las Tablas de la Ley, (Moisés es Moshé, el salvado de las aguas),[1] es el legado más antiguo que da forma a la estructura de la tradición oral de la Mishna, el Talmud y la Torah. La interpretación de estos preceptos fue y sigue siendo el núcleo de la hermenéutica Cabalística.
Los años de tradición oral fueron muchos, hasta convertir un saber ancestral en una visión más dogmática que espiritual. Se trataba de aplicar las leyes, de legislar, de utilizar el poder que daba la información de lo que se consideraba era la base interpretativa de la concepción del mundo.
Pero los auténticos estudiosos y emisores de la esencia de la Cábala eran en realidad más filósofos que teólogos. Los más destacados, los Esenios, una comunidad de terapeutas, de donde descendía la familia de Jesús, fue la que se encargó de preservar el legado cabalístico que se estudiaba en hebreo, lengua que ya empezó a extinguirse 500 años antes de Cristo y que gracias a los Esenios perduraba. Su propósito era salvaguardar el auténtico significado del lenguaje espiritual para conservar así el verdadero sentido de las palabras. El hebreo fue sustituido por el arameo, lengua más vulgar y carente de simbolismo.
Fue en el 300 antes de J.C., que Ptolomeo II ordenó a un grupo de Esenios que tradujese el Antiguo testamento al griego, sabía que este texto encerraba grandes verdades acerca de las cosas del mundo de Dios y de los seres del planeta, dando respuesta a grandes preguntas. Pero los Esenios no estaban dispuestos a revelar la doctrina secreta a los no iniciados y disimularon las claves de acceso a este conocimiento velando la información y utilizando imágenes simbólicas.
Así, muchos de los pasajes del Génesis, traducidos después del griego al latín y dados como versión fidedigna por el alto clero, los sanedrines,-que tampoco conocían el antiguo hebreo-, dieron por buenos estos escritos que no contienen toda la verdad, sólo el auténtico cabalista, el que la busca desde el corazón y desarrolla la intuición, captando la revelación, podrá encontrarla. La Cábala, como se la conoce ahora, es un legado que se cifra a finales del siglo XII, como herencia de la diáspora helenística del siglo I a. C. La cultura judía, los hebreos convirtieron esta herencia en el fundamento de su religión, era la manera de no perder los orígenes aún en el exilio. Uno de los más notables cabalistas de Galilea, Shimon Bar Yojai, (siglo I), fue, según algunos historiadores, el que redactó el primer manual de una de las obras fundamentales de la Cábala, el Zohar, o Libro del Esplendor. Once siglos separan la vida de otro ilustre filósofo cabalista sefardí, Moisés de León, (siglo XII), también se le atribuye la redacción del Zohar basándose en los manuscritos de Bar Yojai. Más tarde los templarios se asignaron la misión de conservar ciertos fundamentos cabalísticos, instituyendo un código de honor que algunos identificaron como servidores de la Cábala Cristiana.
Muchos siglos pasaron desde el primer legado, hasta llegar al movimiento más cultural de esta enseñanza, a cargo de otros notables cabalistas, como Abraham Abulafia (siglo XII). Sus enseñanzas revolucionaron el estudio de la Cábala. Abulafia defendía la idea de que el hombre, alcanzando el estado de éxtasis, podía acceder a su ser profundo. El camino místico que proponía Abulafia que se conoce como el "Camino de las ideas", expresa la idea del Camino de los Sephirot, 32 vías de Iniciación.
Durante la Edad Media, en Cataluña, en Castilla, (Sefarad, nombre que se da a los judíos españoles) y en la Provenza, la Cábala vive un momento de gran auge. No obstante, la expulsión de los judíos de España, (1492), trata de relegar al olvido la enseñanza cabalística. Se descubre la edificación de iglesias sobre antiguas sinagogas, el propósito era borrar todo vestigio de esta cultura. Los judíos que no querían abandonar sus tierras fueron obligados a convertirse al catolicismo, (marranos, Girona), otros emigraron a Alemania, Francia y Polonia, entre otros países. (La diáspora sefardí).
Las enseñanzas Cabalísticas en el exilio desarrollaron su parte más metafísica y espiritual. En la clandestinidad se estudian con gran devoción las claves ocultas del Sepher Yetzirah, o Libro de la Formación del Mundo.
El esplendor de la Cábala parece haberse apagado, los judíos no disponen de patria propia, pero allí donde se instalan su movimiento religioso y hermenéutico sigue muy vivo, no olvidemos que es un pueblo amante de la cultura y de la tradición. Pero si bien la cábala es parte de la educación mística, religiosa u ordodoxia de los judíos, es patrimonio de la humanidad por el conocimiento que encierra.
Es en 1810, un lingüista francés, Antoine Fabre d’Olivet, un políglota muy erudito en diversas lenguas orientales, entre ellas el hebreo antiguo, estudia una copia antigua del Génesis en hebreo. Tarda varios años, comparando la lengua hebrea al sumerio, al árabe y otras lenguas más, para dar con una ajustada exposición del Génesis. En su libro, “La Langue Hebraïque restituée” (en español "La lengua hebraica restituída"), explica paso a paso, letra a letra los 10 primeros capítulos del Génesis. Este arduo trabajo permite restablecer un puente de comunicación entre la tradición secreta y la comprensión del concepto cosmológico de la Creación. Nos facilita la interpretación del sentido cabalístico de las Escrituras. Se trata de la verdadera Torah, nombre que recibe el compendio de escritos que provienen de las palabras de Moisés.
Actualmente, en el siglo XXI, es creciente el interés por comprender los misterios de la Cábala, recuperando los manuales como fuente de conocimiento de un auténtico tratado del comportamiento de la naturaleza humana. Ha llegado el momento de desvelar sus principios herméticos prescindiendo de todo condicionamiento dogmático.
Kabaleb, (Girona, 1927-1991), fue un cabalista que recuperó estas enseñanzas como medio de acercarnos a la visión divina del mundo: “se trata de vivir el cielo en la tierra y aprender a descubrir al maestro interior”. Aseguraba que es en el acontecer de cada día donde podemos aplicar estos preceptos que nos acercan a la comprensión de las leyes que rigen en el universo: Orden y Amor. Entenderlas e incorporarlas a nuestra existencia nos permite alcanzar una mayor plenitud, para uno mismo, y para toda la humanidad.
[1] los historiadores sitúan estos hechos aproximadamente en el siglo XVI antes de J.C