La Ira: Mitología
La Ira es una exaltación descontrolada de la energía de Ares, nuestro Marte en la Carta Astral. La mitología griega cuenta que Ares fue engendrado por Hera-Juno sin el consentimiento de Júpiter-Zeus, a raíz de la cólera que sintió al descubrir que este había dado vida a Atenea. O sea que su nacimiento fue fruto de la ira y el despecho. Ares iba siempre acompañado de sus hijos, Deimos, (el terror), Fobos, (el miedo) y Eris (la discordia). Este relato describe a la perfección lo que la Ira produce, debacles emocionales de proporciones insospechadas que pueden ir de la irritación a la cólera manifiesta. Los efectos de la Ira son catastróficos, aumentan el ritmo cardiaco, la presión sanguínea y los niveles de adrenalina y noradrenalina se disparan; el individuo, secuestrado por la cólera es una “amenaza” para sí mismo, para su estabilidad física y psíquica, y por ende, para los demás.
Nos dice Kabaleb que los efectos de Ares-Marte en el mundo de la psique son muy drásticos cuando impone su ley porque el individuo tiende a organizar su vida con un excesivo e innecesario rigor. Todo marcha a su alrededor como en un cuartel, al toque de trompetas, de modo que no es extraño que los compañeros de vida que encuentre sean gentes con vocación de soldados o, mejor dicho, auténticos siervos capaces de soportar la disciplina impuesta.
La Ira y los sentimientos
En el mundo de los sentimientos, -el escenario natural de este arquetipo-, su excesivo protagonismo lo radicaliza todo transformando los deseos en furiosa pasión y dando una importancia excesiva a todo lo que desea controlar o lo que deberían ser sencillas apetencias. Será quien pondrá todo su ardor en conseguir el objeto de su deseo, sacrificará cualquier cosa para alcanzar su vano propósito, justificando a cualquier precio su conquista, pretendiendo mostrar como sublime propósito aquello que no lo es.
Las relaciones de una persona iracunda se establecen según un criterio de amigo-enemigo: “o estás conmigo o contra mi”, porque desaparecen los matices y con ellos la sensibilidad para apreciarlos: todo transcurre en blanco-negro, de forma radical y muy subjetivamente. Bajo el impulso de la Ira la vida se convierte en una auténtica caricatura, a veces repleta de dramatismo.
En el mundo físico Ares rige el hierro que, por su oxidación, produce el calor necesario a la vida; es la hemoglobina que da el color rojo a la sangre, y la sangre es el vehículo emocional por excelencia. Un excesivo alzamiento de esta energía genera un excesivo calor en el cuerpo, contrae el pericardio, la membrana que protege el corazón. Los efectos pueden ir de la aparición de granos, heridas, furúnculos, fiebres, ruptura de vasos sanguíneos, hemorragias internas y externas; una subida de yang que se proyecta al exterior dando lugar a circunstancias dramáticas, a situaciones límite. Las patologías concernientes a la sangre tienen mucho que ver con la cólera, tanto por activa como por pasiva.
Sigue contando la mitología que Ares decidió habitar la tierra, un lugar totalmente inhóspito para los dioses, y una vez dos mortales consiguieron derribarlo y lo encerraron 13 meses en una botella, al salir, su ira fue sonada. Ahí vemos el simbolismo del enojo embotellado, cuando la agresividad es contenida y estalla sin control.
La Ira: destrucción
La Ira destruye o limita considerablemente el horizonte humano creando experiencias extremas, impidiendo en muchos casos apreciar los matices más hermosos de la existencia, o el auténtico sentido de la vida cuando el centro de interés es exclusivamente el control exterior de las situaciones. La incapacidad para interiorizar genera una desconexión con el Yo más trascendente, que es el que pone racionalidad al comportamiento.
Si tenemos que atribuir un “mérito” a esta transgresión es que todo el que la padece, lo sabe, lo reconoce, cosa que no ocurre con otros defectos que se suelen negar. Así reconociéndolo es más fácil solucionarlo.
Cuando el panteón romano adopta a este dios de la guerra y le da el nombre de Marte, su figura cambia, se le reverencia, es honrado. Se le otorga la potestad de influenciar la vegetación y la fertilidad y le consagran el mes de marzo. La raíz latina de Marte es mars que significa brillar. Sus escuderos son entonces Honos, (el honor) y Virtus, (la virtud).
La manera en que los griegos reconocían a Ares por su tiranía, agresividad y ferocidad y los romanos reverenciaban a Marte como venerable y virtuoso nos da una clara idea de cómo actúa esta fuerza que aplasta y engendra. Se trata de un impulso positivo y otro negativo, de una agresividad que da fuerza, valor, temeridad, agresividad sana, el ímpetu necesario para afrontar las experiencias, y la parte terrible, colérica, agresiva, iracunda y violenta.
La Ira: construcción
Cuando se la identifica como un superávit de energía, la Ira puede transmutarse, convertirse en práctica intensa de deporte, en una magnífica fuerza que contrarresta la injusticia, las desigualdades, porque el individuo, presa de una fuerza descomunal, es capaz de cambiar de actitud, de ser el mejor aliado de la ley del amor, o volcarse a trabajar activamente para la sociedad.
Marte se sitúa en el Mundo Cabalístico de la Creación, es el representante planetario de Gueburah. El sector donde se encuentre en una carta astral nos dará una clara idea de cómo nos enfrentamos a la vida; agresión y afirmación; ambición e independencia; competitividad y fuerza vital que nos lleva a engendrar la vida y la expresión de nuestra personalidad. Marte da la vida y confiere valor y sudor, expresa nuestra tendencia natural a dejar libre la parte más instintiva pero también nos arma para la superación. La frustración de los instintos provoca la ira de Marte. Enfrentarnos a la vida significa dominar nuestro Marte, saber cómo prepararlo para que no pierda fuerza en vanos intentos por dominar y acepte armar y apoyar la voluntad ante los desafíos. Marte es el planeta de la creación, la disciplina, la iniciativa, el restablecimiento del orden, la determinación, la confianza. Combatir la Ira es ser capaz de restablecer el orden y la disciplina en el fuero interno y aprovechar la energía de Marte para atreverse a vivir plena y sanamente.