La inteligencia emocional es sabiduría en acción. ¿Conoces tu grado de empatía?, ¿eres capaz de desarmar tu adversario con la fuerza del amor?
Última entrega de este test que pretende aclarar ciertas actitudes muy frecuentes de nuestro comportamiento cotidiano.
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Cuando alguien no está de acuerdo contigo, ¿haces un esfuerzo por escuchar sus argumentos? sí – no, ¿o lo mandas callar para que tu razón prevalezca por encima de todo?
Tener la respuesta en la parrilla de salida suele ser lo más frecuente. Querer tener la última palabra para dar punto y final a una discusión bloquea al adversario. Pero hacer un esfuerzo por escuchar lo que el interlocutor tiene que decirte supone un esfuerzo inteligente. ¿Cuántas veces te han cortado la palabra sin dejarte llegar al final de la explicación que querías dar para aclarar tu punto de vista?, seguramente muchas, y tú, ¿habrás hecho otro tanto?
Suele ser más fácil noquear que atender al otro. Si le das la posibilidad de argumentar hasta el final, tal vez incluso puedas cambiar de opinión respecto a tu interjección. Pero es algo que requiere un alto grado de empatía, de paciencia, de observación e inteligencia emocional. Escuchar es todo un arte, sobre todo en momentos de tensión, en los que deseas acabar la discusión cuanto antes marcando un gol al contrincante.
Quien tiene esa actitud quiere demostrar su autoridad, impone su versión, su visión, te aplasta para sentir una especie de satisfacción de superioridad. No obstante, sabemos bien que quien demuestra una actitud férrea de dominio es porque en realidad se siente muy poco seguro y necesita reforzar su personalidad con conatos de prepotencia.
Pero, ¿qué se esconde detrás de esa clase de actitud?, posiblemente al niño al que hicieron callar, al que no dieron voz, al que se sintió inferior a los demás, al que no supieron colmar de una atención especial, el que se sintió “amenazado” por una autoridad incuestionable. El “tú calla, que no sabes, calla que soy tu padre, calla que nadie te ha dado permiso para opinar”, causa ciertas perturbaciones que afectan la autoestima y, si la personalidad no ha procesado adecuadamente esa clase de sentencias, la psique se sentirá desprotegida ante una situación que cree poder controlar solo por la fuerza, de la palabra en la mayoría de casos aunque, en otros, también por la fuerza física.
Pregúntate, cuando estés en plena discusión y tu tendencia sea arremeter contra el otro para defender tus argumentos, ¿quién se está manifestando?, tal vez sea ese ser indefenso ante la réplica que no ve más salida que dejar K.O. a su interlocutor. Cuando sabes y comprendes, es más fácil cambiar de actitud.
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¿Eres capaz de demostrar empatía y ponerte en el lugar del otro, antes de esperar a que sea el otro quien lo haga primero? sí – no.
La respuesta a esta pregunta no es tan sencilla. Puedes pensar que si el otro es quien ha fallado, también es quien debe reaccionar primero y darse cuenta de cómo estás y mostrarse empático. Pero la empatía es mucho más que todo eso, es una valiosa herramienta, siempre y cuando se utilice con la cabeza, desde la lógica, y no desde el descontrol emocional. No se trata de esperar, sino de actuar para que esa función, -amorosa y razonable-, pueda desactivar el conflicto. Hay quien se cree empático por acompañar en el sentimiento a quien está sufriendo, pero lejos de ayudarle, se suma a su dolor. Una manera de utilizar el don de la empatía es saber reaccionar a tiempo para que el otro sienta que estás comprendiéndolo sin que tenga que darte más explicaciones. Captas su estado anímico y te pones a su disposición para ayudarle. Ponerte en el lugar del otro ayuda a comprender de inmediato lo que en ese momento necesita de ti.
¿Para qué alargar una riña si has captado lo que tu pareja, tu hijo, tu amiga, está sintiendo en su ofuscación?, ¿para qué esperar que sea el otro quien dé el primer paso, si tú ya has intuido lo que está ocurriendo? Venga, desenfunda, da en la diana para desarmar la ofuscación, porque este también es un claro indicio de que tu inteligencia emocional está funcionando a pleno rendimiento.
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En medio de una discusión, ¿eres capaz de ceder para que la bronca no vaya a más? sí – no
La respuesta a esta pregunta huelga si has respondido sí a la anterior. Ser capaz de ceder ante el otro sin pensar que estás concediéndole algo que en realidad no se merece,- tu perdón-, no sirve. Solo si te has dado cuenta de que estás perdiendo el tiempo con una bronca que puedes evitarte dándole la vuelta al “drama”, será lo que te aliviará y demostrará tu auténtica educación emocional. Tu habilidad para desmontar una farsa de poder, un desencanto, un conflicto, no es nada fácil y necesita grandes dosis de sabiduría interior. Nunca tiene más razón el que más chilla, ni el que sigue empecinado en demostrar su razón, sino el que ve claro que, ni es el momento de insistir, ni va a aclararse nada, que la discusión resulta estéril, porque desde el secuestro emocional, la lógica y el amor se esfuman, para dejar solo la tensión al mando. Ceder no es rebajarse ni demostrar debilidad, sino distanciarse del fervor del fuego invasor que no permite la reflexión tranquila y sosegada.
Ahora, la próxima vez que te enciendas o que te veas en medio de un conflicto, tienes dos opciones, ceder o arremeter: tú decides.