A la Luz de las enseñanzas Cabalísticas: Cómo Descubrir al Maestro Interior

Descripción

Conferencia Cabalística

Para seguir con las tertulias cabalísticas analizando el libro de Kabaleb en su Interpretación Esotérica de los Evangelios, aquí tenéis los puntos de las parábolas del Sermón de la Montaña que trataremos el viernes 19 de diciembre a las 18:00 (hora española) que podréis seguir en directo en la sala virtual o en diferido.

 

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A la Luz de las enseñanzas Cabalísticas:  Cómo Descubrir al Maestro Interior1

 

KabalebUna de las obras cumbres que mi padre escribió fruto de una absoluta inspiración es la Interpretación Esotérica de los Evangelios. Un tratado que analiza a lo largo de 50 lecciones las enseñanzas del profeta Jesucristo, según cuatro de sus principales discípulos, Mateos, Marcos, Lucas y Juan.

 

Kabaleb, más allá del exoterismo propio de las enseñanzas religiosas, nos dice que estas Sagradas Escrituras se dirigen al hombre del Tercer Milenio, al hombre de ese mundo nuevo y fraternal que ha de levantarse sobre los escombros de esta civilización que termina. Cristo es la puerta que conduce a al Tercer Milenio. Su vida nos marcó las pautas por las que cada uno de nosotros tenemos de pasar para alcanzar ese esplendoroso Reino. Las enseñanzas esotéricas nos dicen que el Designio Divino tarda mil años en constituir la semilla; tarda otros mil en arraigar sus raíces en la tierra humana, y en los mil años siguientes, la planta aparece al exterior. Estamos en este tiempo en el cual las semillas del Amor y de la Fraternidad universal tienen que brotar y salir al exterior. En el Tercer Milenio el Amor tiene que ser una fuerza que emana al exterior, que se proclama por los tejados, no mediante vanas palabras, sino con gestos, con actitudes.

 

Estas lecciones que mi Padre empezó a difundir en los años 80 mediante fascículos sueltos entre los estudiantes de su Escuela en Barcelona, encontramos descritos no la figura histórica de Cristo, sino su sentido mítico. Cristo es una fuerza que actúa en el interior de todos nosotros. Su Sabiduría nos dice que cada hombre contiene en sí mismo toda la organización cósmica; cada hombre está en posesión de la Verdad, y que es inútil que la busque fuera, porque está dentro. Sus palabras excluyen a jerarquías o gurús porque cada ser es un dios en potencia y, por consiguiente, lleva al maestro, incorporado. Con Cristo empezó la auténtica representación en la tierra de la Obra Humana, pero hasta ahora, el hombre se ha dedicado a preparar el escenario de la función sin ser totalmente el protagonista, desde dentro y con toda su conciencia. Ahora es el momento de emerger.

 

(1) Interpretación esotérica de los evangelios, ed. Arkano Books

 

 

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Programa

CÓMO DESCUBRIR AL MAESTRO INTERIOR,   CAPÍTULO / LECCIÓN 6

El Sermón de la Montaña

Mateo 7

 

  1. «No juzguéis, para que no seáis juzgados.
  2. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá.
  3. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo?
  4. ¿O cómo vas a decir a tu hermano: “Deja que te saque la brizna del ojo”, teniendo la viga en el tuyo?
  5. Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.
  6. «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen.
  7. «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
  8. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá.
  9. ¿O hay acaso alguno entre vosotros que al hijo que le pide pan le dé una piedra;
  10. o si le pide un pez, le dé una culebra?
  11. Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan!
  12. «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.

 

 

1 y 2.- «No juzguéis si no queréis ser juzgados, ya que se os juzgará según el juicio que vosotros hayáis formulado y se os medirá con la medida con que hayáis medido», dice Jesús en la tercera parte de su discurso, volviendo así sobre el primer punto de la 2ª parte de su sermón, en el que decía: «Guardaos de practicar vuestra justicia ante los hombres»

 

Tenemos así, que juzgar a los demás no es una norma cristiana, tanto si se trata de juicios privados, o sea, los que formulamos en nuestra vida cotidiana sobre éste o aquél, como si se trata de juicios públicos, en nombre del pueblo o del rey.

 

La figura del juez procede de la antigua ley. Por consiguiente, si aspiráis a entrar en el Reino del Padre, no vayáis a buscar al juez para que os dé la razón en vuestras querellas, y evitad, por todos los medios, que sean vuestros semejantes quienes os lleven ante él. Evitad igualmente el trato con el juez, a título de abogados, pasantes, notarios, alguaciles o cualquier otra profesión que imponga ese trato. Si carecemos de jueces, ¿quién nos defenderá de los ladrones, los asesinos, los violadores?. Y aquí responderemos muy francamente: esos ladrones, criminales, violadores, son vuestros jueces, son la manifestación de vuestra justicia interna. Si la figura del delincuente aparece en vuestras vidas, no vayáis al juez en busca de compensaciones, porque en verdad habéis recibido lo que merecéis, en virtud de vuestras pasadas o presentes actuaciones. No es Dios el que os envía el ladrón, el asesino, el violador, para infringiros un supuesto castigo, sino que es vuestro comportamiento al margen de las reglas divinas lo que ha generado la desgracia que ahora os aflige. En la antigua ley, los criminales eran castigados, aplicándoles la Ley del Talión, para evitar así que sus crímenes repercutieran en otras vidas y resultaran un obstáculo para su evolución.

 

Cristo abolió esa ley, sustituyéndola por la prerrogativa del perdón y, por consiguiente, si buscamos el Reino del Padre, el perdón debe ser ejercido. 1º Porque la violencia que nos viene de los demás es siempre merecida. 2º Porque al perdonar a nuestros verdugos evitamos que la violencia recaiga a su vez sobre ellos y eliminamos veneno del universo. Debemos evitar pues, en lo privado, formular juicios sobre los demás, porque formularlos significa que no comprendemos aquello que criticamos y eso que no comprendemos, lo tendremos que vivir, puesto que por la vía intelectual o la emotiva no nos lo explicamos.

 

3, 4, 5.- «¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no percibes la viga que está en el tuyo? Y, ¿cómo puedes decir a tu hermano: déjame que te quite la paja del ojo, tú que llevas una viga en el tuyo? Hipócritas, quítate primero la viga de tu ojo, y entonces verás cómo quitar la paja del ojo de tu hermano»

 

En nuestro universo el sol es el Hijo, a través del cual el Padre se expresa y en nuestra organización interna, el sol interiorizado, que tiene su sede en el corazón y derrama su luz por los ojos, es el que expresa nuestra voluntad, que es el motor de todas las cosas. Al hablar de la paja en el ojo entendamos pues que Cristo se refiere al defecto que percibimos en la voluntad ajena, o sea, en el maniobrar del individuo, impulsado por esa voluntad, en su comportamiento.

 

El defecto en el comportamiento del prójimo, se percibe porque en nuestro propio comportamiento hay un defecto similar. Es porque tenemos la viga en el ojo por lo que podemos ver la paja en el ojo del hermano. Si eliminamos nuestro propio actuar defectuoso, entonces podremos ver cómo podemos ayudar a nuestro hermano a comportarse mejor. La mejor reforma que podemos introducir en la sociedad en que nos movemos, es nuestra propia reforma.

 

Saquémonos la viga de nuestro ojo, es decir, tengamos un comportamiento más en armonía con las leyes universales, y veremos cómo a nuestro alrededor las pajas caen de los ojos de nuestro prójimo sin necesidad de que demos un curso sobre la manera de comportarse. Cada mejora que introducimos en nuestro maniobrar humano repercute en el medio ambiente en que se desarrolla nuestra vida y da una más alta calidad a los hombres y a las cosas que nos rodean. Lo que no podremos hacer de ningún modo será mejorar a los demás en el plano teórico si nosotros mismos no somos la expresión viviente de esa mejora.

 

6.- «No deis las cosas santas a los perros, ni arrojéis vuestras perlas a los puercos, de miedo que las pisoteen y que, volviéndose contra vosotros, os destrocen»

 

Cristo advertía así a sus discípulos sobre la forma en que debían dar la enseñanza. En la terminología de la antigua religión hebraica, se llamaban perros y cerdos los habitantes de las regiones inferiores del mundo del deseo, o sea, a los Luciferianos, los cuales devoraban ciertas plegarias pronunciadas con objetivos egoístas. Solía decirse que Dios, al recibir de los hombres determinadas peticiones, las arrojaba a los perros, para que éstos las atendieran, por ser de naturaleza perversa. Debemos entender esa advertencia en el sentido de no enseñar la doctrina sagrada a personas que no están preparadas para recibirla, ya que no solamente no entenderán lo que les decís, sino que lo entenderán mal, lo aplicarán peor y se volverán contra vosotros para reclamaros daños por haberlos sacado a ellos mismos o a sus familiares de esos vicios que constituían su felicidad.

 

Cristo vino a revelar la dinámica de otro mundo; del mundo de las puras energías, que se encuentra más allá del universo de las formas en el cual existimos. En ese otro mundo, que en términos cabalísticos se conoce como el de la columna de la derecha, todo es distinto y la lógica del mundo profano no es aplicable a él.

 

La razón tiene que elevarse a otros planteamientos y no podemos enfrentar la lógica profana con la lógica sagrada; no podemos entrar en controversia con el mundo profano. Sobre ese mundo profano debemos derramar la luz de las enseñanzas cristianas y esperar a que esa luz disuelva las tinieblas. Cuando la luz que hay dentro de las tinieblas, es decir, dentro de las formas materiales, renazca, entonces el individuo en el cual se haya producido ese renacimiento, nos entenderá y podremos dialogar con él. Mientras esto no se produzca, con el hombre profano no debemos entrar en controversia. Tampoco debemos intentar «adaptar» el conocimiento de la ciencia sagrada a una determinada mentalidad, de manera que resulte compatible para el individuo su comportamiento profano con los planteamientos del cristianismo, puesto que esa enseñanza es transmutatoria y si no va orientada a producir un cambio, falla su objetivo y servirá entonces para alimento de «perros» y «cerdos» es decir, para preservar y ennoblecer lo inferior que hay en cada hombre.

 

7, 8.- «Pedid y se os dará; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá. Ya que quien pide, recibe; el que busca, encuentra, y al que llama, se le abre»

 

Cristo anuncia aquí una regla activa en la columna de la derecha, que es de donde proceden las energías creadoras que manan del mundo divino. El hombre materializado ha interpretado esa promesa crística en su sentido material y ha dicho: «puesto que se nos invita a pedir, pidamos que nos toque la lotería, pidamos dinero, joyas, casas, aprobación en los exámenes, buena salud y todos los demás componentes de una supuesta felicidad terrena» El propio Tomás vio que esto no funcionaba y se quejó al Maestro, quien tuvo que advertirle que estaba hablando en términos espirituales.

 

En efecto, para que algo se produzca en el mundo material, donde todo tiene una forma, es preciso que antes haya sido elaborado, utilizando en esa elaboración las energías necesarias.

 

Un niño tarda nueve meses en hacerse y algo tan simple como el pan exige un año de preparación, desde que se plantan las semillas del trigo, que son las que contienen las energías creadoras, hasta que se recoge el grano y se muele para convertirlo en harina. Dios no puede transgredir sus propias leyes y dar, en un instante, lo que exige un ciclo natural para formarse. En los mundos de arriba, donde la dimensión del tiempo no existe, las cosas son distintas.

 

El «Pedid y se os dará» hay que referirlo al mundo espiritual, o sea, al de las energías creadoras. Si vuestra voluntad solicita esas energías, inmediatamente movilizaréis en los mundos de arriba a los encargados de dároslas, los cuales vendrán a depositarlas en vuestros vacíos internos. Las peticiones pueden ser muy variadas, según la idiosincrasia del espíritu que pide, pero podéis tener la seguridad de que vuestra petición será atendida. Si lo que pedís entra dentro de las posibilidades de realización material en la presente vida, si no es contrario a los imperativos de vuestro destino, si va con la corriente propulsada por vuestro Ego, esas energías creadoras que os son dadas, después de pasar por su ciclo natural de elaboración, aparecerán como una realidad material.

 

Si la petición es contraria al programa del Ego, entonces las semillas creadoras permanecerán en su estado potencial para ser incorporadas al programa de una nueva existencia. Su presencia en el átomo-germen de los cuerpos obligará al Ego a programarlas en su próximo descenso al mundo. Así, el que pide riquezas y placeres, puede que no sea atendido en la presente vida, pero los tendrá con toda seguridad en una existencia ulterior. Conviene pues que al pedir, pidamos bienes duraderos; pidamos sabiduría, como Salomón, porque lo demás ya vendrá de manera accesoria.

 

El «Buscad y encontraréis» es válido en todos los mundos pero hay que referirlo, claro está, a la búsqueda de la verdad. Cuando el alma humana emprende esa búsqueda, aparece la fuente que ha de aprovisionarla, porque los ángeles tutelares están precisamente para atender esas demandas.

 

Ellos se encargarán de orientar a sus protegidos hacia los libros, las escuelas, las entidades, las personas que puedan aprovisionarlos. A veces será necesario un largo desplazamiento para facilitarles el material; otras veces el que busca encontrará en sí mismo, si en él hay existencias de lo que está buscando en estado energético. La búsqueda de la verdad conduce siempre a revelaciones que van iluminando progresivamente el alma. Lo malo es cuando esa alma se detiene en el camino, pretendiendo haber encontrado definitivamente lo que andaba buscando, porque la verdad es algo en permanente evolución, que se hace con los días y que exige del alma encontrarse también permanentemente en camino hacia esa meta móvil e inalcanzable.

 

Llamad y se os abrirá es la sentencia formulada por Cristo en el punto siete del capítulo de San Mateo Pedir, buscar y llamar son las tres formas de indagar las naturalezas de las tres Personas de la Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo, que se presentan en el árbol cabalístico como Kether, Hochmah y Binah, estos dos últimos operando en el mundo material a través de Tiphereth y Yesod. Dar es una prerrogativa del Padre; hallar es una prerrogativa del hijo; abrir es una prerrogativa del Espíritu Santo. Por ello en la ciencia esotérica antigua encontramos tan a menudo el símbolo de la llave que abre la puerta del conocimiento y en los antiguos templos iniciáticos, el candidato al conocimiento de los misterios llamaba con grandes golpes en la puerta, que se abría a esa llamada. Llamar, buscar y pedir, en orden inverso, deben ser tres etapas en el camino de la realización espiritual. Llamar en la puerta o buscar la llave, que es lo mismo, puesto que con la llave ya no será preciso llamar, es la primera tarea, ya que esa puerta, siendo la del conocimiento, el candidato descubrirá las leyes que rigen el universo y aprenderá a conformarse a ellas. Ya con ese conocimiento, su búsqueda se orientará hacia los valores de la columna de la derecha, los representados por Cristo y así podrá encontrar el tesoro escondido, símbolo que tan a menudo aparece también en los cuentos de inspiración cristiana y que representa el encuentro de esa luz-energía oculta en el envoltorio material. Ya en posesión del conocimiento y rico con el tesoro, su petición al Padre ya no será descabellada o inadecuada, sino que le pedirá lo que Cristo enseñó a pedirle: que se haga su voluntad, es decir, que cada uno de nosotros pueda ser el ejecutor en la tierra de la voluntad de nuestro Padre Eterno. Pedir buscar y llamar son las tres etapas que conducen al Reino.

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